Empiezo a correr. Poco pero
continuo, son 15 minutos seguidos. El primer día los hago con un poco de miedo
por si no soy capaz de acabarlos. Me ha pillado en unos días de bajón, no se
mueve la báscula de los 111 / 113 kilos desde hace 3 o 4 semanas. Me dan
momentos de ansiedad, he tenido algún día que la comida ha sido excesiva, pero he
tenido un punto de apoyo, que no subía de kilos. Y sigo haciendo mis entrenos
con la misma intensidad y firmeza.
Como digo el primer día que corrí
los primeros 15 minutos fueron bien, pero durillos. Calor, demasiada ropa para
la temperatura que hacía, cuesta arriba, cansado pues en la mañana había andado
durante dos horas. Pero los terminé y después corrí un kilómetro justo para
saber por dónde tengo los parámetros de velocidad, para los próximos entrenos.
Evidentemente no puedo ir más deprisa de 7,33 minutos /km, pero para empezar a
correr y tenerlo como referencia, está bien.
Segundo día, me toca correr 15´ +
15´ descansando 3 minutos entre carrera.
Empiezo bien, despacito y con miedo,
temprano a las 7:00 de la mañana. El primer kilómetro se hace largo pues pillo
un par de cuestas guapas, las subo sin parar...
Descanso de 3´ y a empezar los
segundos 15´, tengo las piernas calientes el pulsómetro en cuestas no pasaba de
145 pulsaciones con lo que me hacía tener confianza y seguir subiendo, sin él
quizá me hubiera parado a descansar por miedo al esfuerzo, pero fiándome de lo
que marcaba continuaba al mismo ritmo. Pasan los minutos me da la sensación que
se me va a hacer muy largo, pero no es así cuando me doy cuenta el cronometro
me avisa de que ya he llegado al tiempo límite, media hora parando solo 3
minutos, corriendo, en cuestas sin pasar de 145 pulsaciones y con ganas de
seguir, podría haber corrido bastante más, pero se acabó el tiempo. Increíble
he corrido durante media hora con mis todavía 113 kilos sin dolor de rodillas
sin cansancio físico ni mental, estoy que me salgo de contento, no hay nadie a
mi alrededor y las personas a las que me gustaría decirle lo que he hecho están
lejos. Miro el tiempo 8,10 minutos el kilómetro, repito, con cuestas, para mí,
fuertes, lo he conseguido. Se me hace un nudo en la garganta, no me resisto, me
dejo llevar y lloro... la emoción que tengo es inexplicable, joder, que
contento. Saco el móvil para llamar a mi mujer y decírselo, pero quiero
disfrutar de la alegría un rato más y me dejo llevar por las sensaciones.
Ahora como le explico a mi mujer lo
contento que estoy seguro que ella está haciendo la cama o lavándose o
despidiendo a mi hijo que se va al cole, mejor me hago una foto con el móvil y
cuando llegue a casa se la enseño. Que mejor explicación de mi euforia que ver
en mi rostro las lágrimas de la emoción.
Cuando llego a casa me recibe en la
puerta y me pregunta como siempre. —¿Cómo
te ha ido hoy? —No hace falta que le enseñe la foto ni que le cuente nada, mi
expresión lo dice todo —¡Que contento estás!
—No te imaginas— le digo.
Nos sentamos y entonces le enseño la
foto. Le contagio la emoción. A los dos se nos saltan las lágrimas.
Solo pienso en una cosa, cuando
pueda correr durante largos tramos buscando rincones desconocidos sin ninguna
barrera de kilos por medio ni miedos a los sobre esfuerzos. Cuando mis piernas
no pesen y corran solas. Cuando llegue ese momento habré encontrado mi mayor
triunfo. Estar orgulloso de mí.