sábado, 7 de febrero de 2015

MEDIA MARATON GRANOLLERS 2015. Reto conseguido a medias.

No pensé que estuviera enganchado a correr, ya que, cada zancada que doy, con el peso que tengo, 92 kilos, es un esfuerzo sobrehumano, bueno, quizás no tanto. Pero es que, cada entreno que hago, después de una jornada laboral de 11 o 12 horas, es un trabajo duro de auto convencimiento para poder hacerlo. Eso me lleva, a que cada km que me meriendo es un cúmulo de alegrías y es un regalo todos y cada uno de ellos a los que llego.

Creía que salía a correr por mi salud, por las metas tan apasionadas que me propongo, por obedecer a mi entrenador y no volver a mi vida sedentaria, por el qué me dirán en las redes mis amigos y familia después de cada meta alcanzada. Eso de engancharse al runnig es para los delgados que llevan años corriendo, para estos viciosos del deporte, para esos chalaos que no tienen otra cosa que hacer, pero, después de no haber podido disfrutar del logro de completar mi segunda media maratón, después de casi una semana sin correr, después de tirarme esta semana sin salir ni a andar, me he dado cuenta de que yo también estoy enganchado.

Y mucho.

Una lesión me impidió llorar de emoción al llegar a la meta de la media maratón de Granollers. Me tiene encerrado en casa sin poder sudar mis camisetas. Me está retrasando sin saber cuánto, la preparación para mi primera maratón. Esta asquerosa lesión, me ha hecho indagar en el misterioso mundo de nuestros músculos, para saber que me duele, porque me duele, donde está y para qué sirve ese quejica, patoso y miserable músculo “Psoas ilíaco”.

Ya me lo avisó mi entrenador Fernando: —“Si quieres entrenarte para la maratón, será duro y posiblemente te lesiones”— Vale, pues ya capearemos juntos esos problemas.

Pero ha llegado ese momento del que yo pensaba que estaba exento, las sobrecargas de los entrenos hechos con el corazón y no con la cabeza.

Que le voy a hacer si le pongo más pasión que conocimiento.

El cuerpo, se ve que te habla. Si, si, te avisa, te da alarmas para decirte, “Ojo, que te estás pasando, afloja mateo que te veo”. Pero como yo jamás le escucho, pues hete aquí, que me pasado.

No se puede hacer una carrera de 21 km, cuando en el calentamiento previo, ya te duele la cadera y menos, sí te ha dolido dos veces en una semana, ya que el lunes anterior, en mi tirada larga, me toco correr 21 km. No se puede correr, cuando en los primeros 15 km hay dolor. Y no se puede correr, cuando las sensaciones son malas desde el primer metro.

¡No volveré a correr una carrera con dolor!… Espero.

Hoy, he salido a probar si al trotar me dolía, aunque ya lo sabía. Aun y así me preparo los bártulos, estiro un poco y comienzo a correr.

En la primera zancada, dolor, en la segunda, angustia, en la tercera rabia y en la cuarta zancada, me he dado cuenta de que estaba enganchado al runnig, porque casi lloro de pena. Me ha pasado por mi mente que mi próximo “Mayor triunfo” podría escapárseme de las manos por culpa de la cadera. El perder 2 o 3 semanas de entreno podría impedir hacer la Zúrich Maratón Barcelona, 42,195 km, corriendo sin parar, o por lo menos intentarlo.

La semana pasada, completé mi 2ª media maratón, como digo. La tenía como entreno de cara a la maratón. La primera vez que hice esta carrera, la conseguí acompañado de Fernando. Este año, por circunstancias he ido solo…pero solo, la he corrido solo y en meta no me esperaba ni el que da el agua. La verdad es que hacer una carrera así, no me gustó, independientemente del dolor por la lesión, el hecho de no poder abrazarte a alguien es muy frio. Tanto, que no sentía ilusión por explicarlo aquí en el blog. Así que, me voy a limitar, a contar lo que realmente debería de olvidar.

En el km 5 paré a poner la cadera en su sitio. En el 8 también. Y en el 9 me paré, para decidir si seguía, o cogía un taxi.

Me esforcé en no volver a parar y seguí, hasta el km 21,195, pasé por meta, eso sí, buscando la cámara para poder levantar los brazos y quedara constancia, y me fui al coche con amargura y dolor. No volveré a correrla.

Bueno…Ya veremos.

Y una cosa que no puedo perder, es la motivación, de eso voy “sobrao”. Mira por donde, el fastidiarme la pata, me ha hecho recapacitar en la alimentación y claro, si no entreno y como las mismas cantidades que cuando lo hago, puede ser fatídico para mi apaleada bascula. Tomo una drástica decisión, penosa pero contundente… estos días, tengo que reducir la ingesta de calorías. Con lo que me recorto en tomar azúcar, almorzar con agua, o sea sin cervecita ni “na de na”, recortes en la merienda y en el desayuno. Y mira por donde Don Camilo, que en una semana pierdo 1 kilo. Un año me ha costado romper la barrera de los 92 kilos. La madre que me parió, que hambrón me hizo.

Creo que, si consiguiera reestructurar mi dieta, podría compensar la falta de entrenos de estas semanas, a cambio de unos pocos kilos menos.

¡Sería el acabose! Conseguir aumentar mi historial de kilos perdidos. Bueno, no me quiero emocionar.

Ya lo iré contando.