miércoles, 19 de noviembre de 2014

COMPRALE UNA CORREA AL DOLOR Y NO CORRERAS SOLO UNA MARATON..

Imagínate... un soldado, de los de primera línea de fuego, en la primera guerra mundial.

Imagínate... que está librando la peor batalla de su vida, sin llegar a morir.

Imagínate... que tiene delante al enemigo más fiero que podría enfrentarse nunca.

Imagínate... que no solo está perdiendo una batalla en la que no piensa rendirse ante nada, sino, que, encima, hace el peor día de los 789 que lleva luchando, con una lluvia incesante y un frío, que, hasta sus propios dedos helados, le producen dolor al tocarse la cara, para limpiarse las lágrimas del sufrimiento.

Imagínate... que está luchando en el peor terreno que haya pisado jamás, barro, hasta hundírsele las botas por encima de la lazada del cordón y tener que rajar el suelo de alrededor con la bayoneta, para poderlas sacar, en cada paso.

Imagínate... que está herido por dos balas, una en el glúteo y otra en el lado del abdomen, que no hay órganos vitales y no sangra lo suficiente, como para perder el conocimiento y dejar de luchar.

¿Imaginado?

Ahora, te voy a pedir, que ese sufrimiento lo conviertas en un número, en base a una escala, bajo tu criterio de agonía. ¿Convertido? Pues multiplícalo por dos. Resultado: Mi primera maratón.

Y ahora, imagínate, que este soldado, no se da cuenta del dolor de las balas. Imagínate, que las botas se le han quedado atascadas, las ha dejado atrás y camina mejor y más rápido sin ellas, directo al enemigo.

Imagínate, que por un momento deja de llover y encuentra un rincón donde quitarse la ropa más molesta, para poder ir más ligero.

Imagínate, que llega hasta las mismas fauces del enemigo, con tanto tesón y bravura, que asusta a su poderoso contrincante. Y mirándole fijamente, con los ojos inyectados en sangre, le dice, pero con voz sumisa y cansada: “Ya... he... llegado...”

Y ahora no imagines, solo recuerda. ¿Recuerdas que dije que no se rendiría ante nada? Pues esa es mi guerra contra mis kilos. Mis armas, el deporte, mi victoria 42,195 km y el terreno de batalla, Barcelona, marzo del 2015.

Pero esto es solo una batalla más, la guerra contra los kilos durará toda la vida.

Mi primera maratón.

A cinco días de comenzar los entrenamientos de mi primera maratón estoy nervioso como un niño, parece que todo lo que he estado haciendo de deporte y dieta, en estos casi 2 años, ha sido dirigido hacia este reto. La Mitja Marató de Granollers, las carreras de montaña de este año, entre ellas una media maratón con desnivel importante, la dieta, las lecturas de los sitios web que he estado visitando todo este tiempo buscando información del correr, que comer, como recuperarse después de una carrera o un buen entrenamiento, todas las conversaciones con mi entrenador personal, todo daba vueltas alrededor de este reto que es tan importante para mí.

Correr una maratón, para alguien como yo, parece una locura, puede ser, pero, desde el punto de vista emocional, aseguro, que es lo mejor que se puede proponer uno, para conseguir cambiar la vida sedentaria y mórbida como la que llevaba yo.

¿La acabaré? Seguramente que sí. ¿La acabare entera sin parar a un ritmo constante y suave? Probablemente que sí. ¿Bajare de las 4 horas? Indudablemente que no. ¿Ese será mi reto, bajar de 4 horas? Muy difícil lo veo.

Serán 4 largas horas que, no se me ocurre que podrá hacer mi mujer, de mientras que llego a meta, 4 horas aburrida por Barcelona. Ya ya, ya sé que puede visitar cosas, pero es mi día y tendrá que estar pendiente de mí, porque ella es uno de mis puntales más fuertes. Mi ilusión sería que hiciera el seguimiento de la carrera en metro. Ya veremos lo fácil o difícil que puede ser, a lo mejor llego yo a las paradas del metro antes que ella, a lo mejor pierde algún metro, a lo mejor se equivoca de línea, a lo mejor están...

Pueden pasar muchas cosas que me imagino, pero hay otras que no me imagino y también pueden fastidiar el tema.

Esos son los puntos clave que ahora me tienen más entretenido, el seguimiento, el control de la dieta de estos 4 meses de entrenamientos, los entrenos en sí que serán bastante duros, no por el ejercicio, porque haré lo que pueda, no más, sino más bien por querer hacerlos todos sin saltarme ninguno, ya que como dice el míster entreno no echo entreno perdido, no se puede dejar para otro día.

Mi peso hoy en día está en 92 kilos justos. Lo bueno sería bajar de los 90 en estos 4 meses, 86/88. Ya veremos.

De momento y si mi torpeza me lo permite, cumpliré con los entrenamientos. Torpeza por que por más que me lo explica el Míster, cuando no la cago por un lado la cago por otro, o me equivoco en el entendimiento de las explicaciones de las series, o me equivoco de día, o me equivoco en la cantidad de vueltas…lo mío no tiene perdón, y la paciencia de Ferrán, mi entrenador, es inmensa.

La cuenta atrás está en marcha.

5 días para los entrenos.

3 meses y 24 días para la carrera.




jueves, 11 de septiembre de 2014

BURRIAC ATAC 21 KM + 1100 metros de desnivel - No es moco de pavo

Bueno, bueno, por fin llegó el último reto y esta vez con “problemas” de peso, ya que hace unos meses intenté ponerme a dieta otra vez, para bajar de 90 kilos y ver los 80 y pico, y poder correr una media maratón de montaña, en un año llegué de 135 a 92... Y ahí estoy, después de año y medio en 92. Pero es que llega el día de la carrera y no se me ocurre otra cosa que coger un par de kilos. Así que, me voy a participar en la Burriac Atac con 94 kilotoneladas, muy propio de mí.

Para que nos vamos a engañar, si me gusta comer, y el comer sin beber, es altamente improbable, por tanto, no bajo de 92 kilos, así me corte una pierna.

Pero los entrenamientos no los perdono. Series en las pistas de atletismo, fartlek por el bosque, tiradas largas de 3 horas por montaña, días de bicicleta de 3 horitas en llano y escaleras, subir y subir escaleras hasta la saciedad.

Menos mal, porque si no, estaría en 100 kg.

Vamos por la carrera. Esta vez cambié los nervios por miedo, pero no el día “D", si no, un mes antes. En la última carrera, Salamandra Trail, me caí, como bien expliqué aquí.

Tenía entendido que la Burriac Atac, era muy técnica, tanto en las subidas, como en varias bajadas que tiene, con lo que el miedo a tropezar, o quedarme a oscuras sin frontal, era inmenso, y en casa lo saben, ya que, estuve dando por culillo muchos días.

Plaza del ayuntamiento de Vilassar de Mar, más de 700 corredor@s, intentando escuchar al speaker (o el director de la carrera, no se), las últimas noticias del tiempo. Y parecía que nada más me interesaban a mí, ya que todo el mundo cascando, con lo importante que era lo que decía: Que había tormenta de rayos y truenos la mar de peligrosa, que igual anulaban la carrera, que igual desviaban el camino de la parte más alta de la montaña, por riesgo de truenos, que apagáramos los móviles que eran auténticos imanes de rayos. Coño… ¿Que no le interesa a nadie? Yo estaba “cagao”. Encima que temía caerme, para colmo, truenos y rayos... Miro a mi mujer y viendo la cara de horror que tengo,  me dice: «¿Pues no ves “chalao” que corren jovencillos y todo?» Ya, ya, por eso, porque son jovencillos y no tienen conocimiento, por eso están tan tranquilos. ¡No te digo!

Así que, en marcha hacia la salida y los 15 minutos más largos de toda la noche, apretujados y sudando en espera de que acabara la música de Carmina Burana "Oh fortuna" muy oportuna para el "momento".

Salida. Puf...vamos "pa ya".

Km 1. Ya sudando por la tensión y la cantidad de gente que había en la salida. Pensando en no pasarme de ritmo puesto que se sube durante 8 km.

Km 2. Pasamos por delante del "Espinaler", taberna en la que en más de una ocasión me he puesto las botas...Oooooh qué tiempos aquellos... y yo corriendo.

Km 3. Se va a acabar la civilización y entramos en lo que vamos a tener los próximos kilómetros, subidas, bajadas y nocturnidad.

Km 4. Empieza lo bueno, una de las cuestas más largas, pero no la más dura.

Km 5. Hemos subido 300 metros en 56'47''. "Estoy bien, adelante".

Km 6. Nos acercamos al primer corte de la carrera, si no llego en 1h30' estoy fuera. Aprieto donde puedo y en la cuesta intento adelantar a los que van más despacio o están parados. Me tomo el primer gel de energía para evitar rampas y puñetas “desas”.

Km 7. Control superado: 01:19:37, sobrado. Tenía como máximo 01:30:00. "Estoy bien, adelante".

Km 8. Ya se acaba la cuesta de marras, madre, que pasada, dura de narices para este pobre runner, pero bien preparado.

Km 9, 10, y 11. Todo para abajo, pero con mucho cuidadito de no tropezar.

Km 12. Veo en el Garmin que llevo 02:13:00 me quedan 1 km y pico para el segundo corte y solo tengo 2h30', si no llego, a la calle.

Km 13. Este último kilómetro, veía que no llegaba a tiempo, porque realmente, no sabía cuánto me faltaba para el corte, así que, donde podía apretaba y donde no, también, pues gente delante mío había toda la que quisiera. 02:28:59, justito justito pero dentro de los límites. “Estoy bien, adelante”.


Llegada al segundo corte.

Km 14 y15. Ya no me echan de la carrera. Ahora a disfrutar del recorrido. Otro gel…por si las rampas. Según mi dietista uno cada hora, y cada 20 minutos bebida isotónica alternada con sorbos de agua…ni gota de cerveza, mierda.

Entre estos 3 kilómetros está lo más duro de la carrera, la subida al castillo de Burriac. Entonces entendí el nombre de esta carrera: “Burriac Atac”, menudo asalto a la fortaleza por la trasera, vaya cuesta dura de narices, técnicamente lo que hicimos los últimos metros era escalar, puramente dicho, pensando donde cogerme con las manos y donde colocar los pies. ¡QUE DURA! Pero no se lo pierda Don Baldomero, la bajada del castillo, ni te cuento. Arrastrando el culete para llegar al siguiente nivel y poder poner el pie, un paso en falso y a “tomar por cleta la biciculo”. En ese tramo, varios voluntarios indicando y alumbrando las zonas más comprometidas. Un “10” por todos los voluntarios, más de 300 repartidos por todas partes del recorrido, no solo indicando, si no también animando y mucho. Gracias a todos.

Km 16 y 17. Ya solo queda descontar kilómetros. Hecho cuentas y me quedan 5 km. Me cuesta calcular cuando corro y encima, estoy cansado, pero me doy cuenta de que como no apriete no llego. Aun a 5 kilómetros y solo me falta media hora para llegar.

Y llegamos al asfalto.

-4,5 km para meta. Solo tengo 25 minutos para hacerlos y mi récord en asfalto son 5 k, en 25 minutos. Lo tengo justito. “Estoy bien, adelante”.

-3 km para meta. Adelanto a un montón de corredores y a más de uno le aviso de que no entramos a tiempo, que las 4 horas están al caer y la meta muy lejos. Que nervios e inquietud, quería llegar dentro del tiempo a toda costa.

-2 km para meta. Me da un pequeño pinchazo en un gemelo, o en el muslo, no lo recuerdo, pero decido de tomarme un gel más líquido que los otros, como bien me dijo mi entrenador @FerRun62, aunque el efecto me lo haría en casa, porque a esas alturas...

-1 km para meta. Ya hemos pasado una zona de huertos en la que no estaba muy seguro si iba por el buen camino, miro para atrás unas cuantas veces y uno de los corredores que adelanté sigue allí. O vamos bien, o nos hemos equivocado los dos. Pero en seguida veo una de las cintas amarillas de las miles que había en el trayecto. Menos mal.

-200 metros para meta. Entro en la playa de Cabrera de mar. Por fin la meta a la vista, me quedan escasos segundos. Voy a tope, las piernas responden el corazón mecánico al máximo de pulsaciones, el otro corazón a punto de reventar de emoción, pero no puedo fallar, ahora he de seguir. “Estoy bien, adelante”.

Últimos 40 metros. Después de 21 km y 860 metros, mis piernas bien se merecían una buena dosis de rampas. Correr por la arena es uno de los ejercicios más duros que hay y si vas tocado… ni te cuento. Así que, me quedo clavado en la arena, cual barrizal pastoso que me agarraba como si me quisiera llevar al mismísimo infierno. Se rampan los aductores y haciendo caso omiso del dolor, intento correr por esa “alfombra sin sentimientos”, pero es imposible, no puedo levantar los pies, realmente, los músculos no responden. Entonces me doy cuenta de que no voy a llegar y decido andar como pueda.

La meta a escasos pasos y yo inutilizado motrizmente, ¡será posible!

Saco mi dorsal del bolsillo, ya que, durante el camino, se me había desenganchado, lo cojo con las dos manos pues no sabía cómo tomarían mi tiempo, pensé que lo mejor era enseñarlo. Al llegar a meta, me quedo plantado como un pasmarote, delante de los responsables de la carrera, mostrándoles el sudado y arrugado dorsal y me indican que tengo que introducir el chip de la muñeca como último control.

04:00:02 me han sobrado 2 segundos… ¡DOS SEGUNDOS! Me cago en mi sombra, después de todo el cuidado que tuve para no caer, después del esfuerzo de los últimos 7 km corriendo a tope, después de 6 meses entrenando para esta carrera, después de más de 7000 escalones subidos en mis entrenamientos, para que no me den rampas…al final…al final…al final lo conseguí otra vez, he acabado otra carrera, he conseguido otro Mayor Triunfo, que leches Y encima he llegado el primero de los "Fuera de control", Como siempre digo, el tiempo no me importa, lo que importa es el esfuerzo, la disciplina, la perseverancia, la ambición y tener un entrenador que me dice, lo que debo hacer y más importante lo que no debo hacer.

Mi primera media maratón de montaña a mi mochila.



La llegada a meta en la playa, espectacular… Pero podrían poner un caminillo de madera, como hay en las duchas, ¡hombre!

martes, 15 de julio de 2014

SALAMANDRA TRAIL 19,5 KM 830 M DE DESNIVEL. Sant Feliu del Raco. Otra de montaña.

Esto de la montaña, cada vez tiene más emoción.

Una de las mayores es la incertidumbre al terreno. ¿Será dura, será peligrosa, se hará larga? Y si encima es nocturna, aun la emoción es mayor. Todo el mundo debería probar a hacer una de noche, aunque sea una caminata. Para mí, ya es la tercera y me queda otra más, la Trail de montaña en Vilassar de Mar, "Burriac Atac", en septiembre, 21 km y una porra de metros de desnivel, creo que 1500 y juro, por mis Asics Trabuco, que nunca más haré una nocturna, ni loco. No paso por el sufrimiento de la nocturnidad, ni una sola vez más. El cansancio que provoca, encima, siempre me toca llegar de los últimos y tengo que levantarme a las 5 de la mañana, para ir el domingo a trabajar. Como todas las nocturnas son en sábado...

Pero bueno paso a contar la carrera.

19,5 km con un desnivel de 850 m, que no supe si eran, acumulados o positivos, hasta que no la acabé, es decir que subes 400 y pico y luego los bajas o bien subíamos 850 y luego los bajábamos. Creo que fue lo primero, aunque la sensación fue como lo último.




Salida a las 21:30 desde la Plaza de la Iglesia. Como es una carrera nueva, no la conocía mucha gente, así que, corrimos, entre chaladas y chalados 73. Probabilidad de llegar el último 99%.

Encarni y yo echándonos fotos en la salida. Bastante más tranquilo que en otras carreras, tuve hasta la osadía de salir en primera fila, como éramos pocos y creo en la buena voluntad de los compañeros de carrera, confiaba en que no me empujarían. Así que, música de AC-DC para dar la salida y a correr que tengo más de 2 horas por delante, de terreno desconocido.




Hasta la primera subida, 3 km y después, una bajada muy guapa de terreno pedregoso y senderos espectaculares, en los que podías avanzar bastante deprisa, si no tienes mucho conocimiento. Pero, con las rampas que pasé en "Les Animes del Purgatori", llevaba bastante cuidado, de subir las cuestas andando suave y bajar, no muy deprisa, aunque eso, con el terreno tan guapo y la gente achuchando es bastante difícil de controlar. Tengo que remarcar lo torpe que soy para prepararme para las carreras. En el Garmin, el reloj GPS que controla todos los datos de las carreras, no puse en pantalla el dato más importante, la distancia recorrida. Frecuencia cardíaca, si, el tiempo, si, la altura ganada, si, y en vez de los km pongo el desnivel desde el mar. Cosas mías. Así que en ningún momento sabía cuánto me faltaba para acabar exactamente. Un genio yo.

Primer avituallamiento. Les agradezco su ayuda y lo bien marcado que estaba el recorrido. Mis felicitaciones a los organizadores y voluntarios.

Empieza lo bueno, se hace de noche y el ambiente coge otro color... negro, claro está. Las sensaciones de correr solo por esas montañas son electrizantes, los que estaban delante de mí, por lo menos, a más de 500 metros y por detrás los oías a la lejanía. Pero notas la soledad.

Subiendo suave bajando despacio, controlando para que no me den rampas.

Y en el km 11 empieza la aventura.

De repente, y en un tramo de bajada, me quedo a oscuras. Se apagó el frontal. Era de mi entrenador, me lo había dejado por segunda vez y no solo es de buena marca, sino que, es de profesional. Pero inexplicablemente se apagó. Cuando reaccioné y me di cuenta de que era la linterna lo que me dejo a ciegas, me paro y empiezo a maldecir la hora en que se me ocurrió empezar a correr, con lo a gusto que estaba yo en mi sofá. Así que, sigo andando y con mucho cuidado, porque resultó ser uno de los tramos más peligrosos del circuito, sobre todo si lo haces como yo, a oscuras. Sigo avanzando medio a tientas. Espero con impaciencia que me pillara algún corredor por detrás, pero también me sabia mal que, por mi culpa se retrasara, así que el único que me alcanzó intenté seguirle, pero durante pocos metros ya que, era complicado seguir una luz que entre ella y yo estaba él. Y la verdad es, que muy despacio no iba. Le digo que siga sin mí y nada, a seguir tanteando el terreno, nunca mejor dicho. ¡Oú! qué mal rato, que 4 o 5 km más largos. Y empiezo a sentir las voces de las voluntarias del siguiente avituallamiento. Me dejan un frontal nuevo, menos mal, porque si no, hubiera tenido que abandonar. Unos trozos de melón y sandía y a correr. Les doy las gracias, y sigo corriendo.

Pero hete aquí, que la intensidad del frontal no era lo suficientemente potente, como para ver una traidora raíz, que estaba deseando agarrarse a mi pie. Con lo que tropiezo y por culpa del cansancio acumulado, al reaccionar para evitar la caída, se me engarrotan los gemelos de las dos piernas.

Según el corredor que iba detrás de mí, que vio la ostia en directo, me pegué una leche con croqueta, revolcón, y tragamiento de tierra incluido, que era digna de un especialista de película. Pero yo solo me acuerdo de la tierra en mi boca y el dolor intensísimo de gemelos. Tras unos dos minutos intentando recuperarme del “fostión”, averiguando realmente donde me hice daño y una vez que se me desenrranparan las piernas, conseguimos que, entre dos chicos y una chica me levantara del suelo, para poder seguir corriendo. Esta vez, muy tocado de gemelos, rodilla dolorida y sollada y ya, con el miedo metido en el cuerpo. Días después salieron las secuelas del porrazo: Esguince intercostal, contusión en el hombro, dedo corazón de la mano con capsulitis…un drama.





Sigo bajando la cuesta, muy técnica, con saltos, rocas y terreno muy "malo" y después de alrededor de un kilómetro...me doy cuenta de que en el accidente había perdido el Garmin, mi Garmin, el que me regalo mi hijo Jordi. Maldita sea mi estampa, ¿y ahora qué hago? ¿Vengo a buscarlo el lunes? Nooooo que no sé ni donde estoy ni tendré valor para hacer el mismo recorrido otra vez, ni loco. No me lo pienso y doy la vuelta volviendo a subir la cuesta de marras, me cruzo con unos cuantos corredores, me paso de donde creí caerme, doy la vuelta, me vuelvo a pasar, y cuando ya me doy cuenta de que el peluco es historia, decido seguir, pero en ese momento reconozco el lugar del siniestro y ¡zasca! Elo aquí, roto de la correa, pero encontrado. ¡Puf! que alivio, a correr.

Poco queda ya, para llegar a meta. Pero más largo se hizo, porque no sabía en qué km estaba con exactitud. Tan pronto se oía la música y la voz del speaker en meta, como de repente se dejaba de oír y volvía el terreno a subir y alejarse de donde creía que estaba el final. Muy largo, sí señor.

En todo este tiempo que llevo corriendo, nunca sentí las sensaciones tan amargas que descubrí en los últimos kilómetros. La sensación de soledad era enorme. El miedo a perderme y recorrer más distancia de la necesaria, con lo castigado que estaba, me daba dolor de barriga. El miedo a volverme a caer, ya que la visibilidad que me proporcionaba el frontal prestado era muy poca para mi breve experiencia en montaña. La inquietud, me crecía por segundos al no saber en qué km estaba, ni cuánto me quedaba para acabar…Todo eso, se estaba convirtiendo en una situación, realmente insoportable, hasta tal punto que pensé en abandonar si hubiera tenido una forma lógica de regresar al punto de inicio. Pero, al mismo tiempo que todas esas sensaciones se apoderaban de mi cabeza, algo muy adentro de mi me estaba haciendo más fuerte y me decía, que todo eran alucinaciones, que no me iba a volver a caer, que se veía lo suficiente para seguir a un ritmo suave, que estaba a punto de llegar, que lo que tenía que hacer, era recordar todos esos momentos, para luego contarlos como una experiencia inolvidable… Que Encarni estaba en meta esperándome y deseosa de ver, cómo llega de roto su ex gordo. No amigo no, no pienses en lo malo, que no son por esos motivos por los que estás corriendo aquí esta noche chaval. Aprieta el culo y sal de aquí lo antes posible, por el camino bueno y sin parar de correr.

Y sin darme cuenta seguía trotando al ritmo que me permitían mis gemelos semi engarrotados, mi rodilla arañada, mi hombro maltrecho y mi pecho dolorido.

Trotando sin parar llego al pueblo, bastante tocado de gemelos todo el rato como si se me quisieran engarrotar, y para rematar con guinda la carrera te encuentras con unas escaleras, jeje, que graciosas ellas.

Última cuesta y en la esquina mi Cherleader, Encarni, sola la pobre, durante 3 horas que yo estuve corriendo, yo tendré mérito, pero ella podría estar durmiendo a esas horas tranquilamente. Pero, allí está ella, con toda la paciencia que la caracteriza, esperando a su ex gordo, a ver si llega entero.

Entero pero decepcionado, me pasó de todo lo que me podía pasar, menos perderme, porque estaba muy bien señalizado, si no...

3:02:35 - De 73, posición 72. Casi.

Después de recoger el bocata de butifarra, uno de los organizadores me dijo, que me esperaba para el año que viene... Mmmm... Vale, ya lo creo que volveré. Hasta el año que viene, pero esta vez volveré con dos frontales y si puedo engañar a alguien, acompañado.

Resumen histórico:

En 18 meses, he pasado de 135 kilos apontocados en el sofá, a mi 3ª Trail de montaña, con 92,5 kilitos de nada.

De tener un lumbago perenne, a tener un core, unos gemelos y unos cuádriceps de Arnold “churchunager”.

De hacer durmiendo 30 apneas a la hora y más de 200 en una noche y roncar como un vikingo, a curar las apneas por completo y dormir como un bebe.

Vale la pena caerse por esas montañas...pero poco a poco aprenderé a no tropezar.

Gracias entrenador por el frontal y por muchas cosas más.






¡Ah! Se debió de llenar de sudor la petaca de las pilas, por eso no funcionaba, je je je.

martes, 10 de junio de 2014

LES ANIMES DEL PURGATORI. AIGUAFREDA, 18 km de montaña + 1900 m de desnivel acumulado.

Otro reto conseguido. "LES ANIMES DEL PURGATORI". Me he enamorado del correr por montaña, no tengo remedio. Me pongo metas muy altas y se ve que eso me pone las pilas. Dieciocho kilómetros, con un desnivel de 950 metros positivos y 1900 metros de desnivel acumulado. Suena muy técnico, pero viene a decir, que lo que se sube, se baja.

Hasta la fecha de hoy, lo más duro que me he planteado.



Esta sí que ha sido una buena prueba de esfuerzo, en la que, han peleado para conseguir acabarla, mi disciplina, mi ambición y mi motivación. De no haber sido por ese conjunto de cosas, en el kilómetro 12, me hubiera dado la vuelta para que me vinieran a recoger. Pero eso hubiera sido más difícil que acabarla.

Vamos a empezar por el principio.

A esta carrera, me acompañaron a disfrutar de ella, mis cuñad@s, Felisa y Diego, junto con mi Cherleader particular, Encarni, como siempre. Llegamos tempranito a Aiguafreda, para disfrutar del ambiente, pero como ellos no están acostumbrados a este tipo de jolgorios y a mí, aun me falta coger confianza, pues nos quedamos como embobados, a unos metros del mogollón de corredores. Poco a poco y con disimulo, nos fuimos acercando hasta estar metidos todos en el meollo y perdimos la vergüenza.

Con mi dorsal colocado, mi frontal en la frente, que me prestó mi entrenador Fernando, (menos mal míster) y como siempre, mi saco de nervios, esta vez mezclados con miedo a la carrera, ya que previamente, unas semanas antes, hice el recorrido andando con mi amigo Blai, para saber a qué me enfrentaba. Y lo más complicado, eran los barrancos y bajadas tan empinadas, que regalaba el trayecto. La subida al Tagamanent no me asustaba, ya que ese día, la subí en unos 30 escasos minutos y encima a “toa lexe”. Sin amigos, como decía Blai, la subí a todo lo que daban mis piernas y mi patata. Y no me asustó. pero el día de la carrera era otra historia, compañero.

Llegaron los últimos minutos antes de la salida. El Speaker, animaba a los pecadores que subiríamos al Purgatori, con música tenebrosa que adornaba el ambiente, a la vez que intensa de la película "300", los corredores nerviosos y acompañando las paranoias que chillaba el Speaker: —«Saltad pecadores. ¿Estáis preparados para purgar vuestros pecados?», «Siiiiii»— Gritaba el populacho. ¡Saltábamos como posesos! Madre mía que emoción, estaba como un crio en su primer día de colegio, emocionado, asustado, pero solo con intención de ir el primer día. Cuando acabe la música, a casita.

Y el cañonazo de salida.

Me despido de mis acompañantes y a disfrutar de mi último "Mayor Triunfo", a ver si lo consigo. ¿Mi meta? Acabarla, sin caerme, sin despeñarme por aquellos acantilados, sin perderme y poder disfrutar de la bajada descomunal de los últimos 7 kilómetros.

Salimos como si en ello nos fuera la vida. ¡Leche! Como corríamos y mira que ya iba avisado por el míster, que los primeros kilómetros, a ritmo suave, pero es que no tengo remedio. El miedo a quedarme el último y navegar solo por aquellos andurriales, me daba caguetas. Dos kilometrillos y enseguida entramos en la pista de tierra, con una cuesta que va a ser progresiva hasta el km 11, salvo algunos pequeños tramos de bajada muy empinada y de terreno hasta en ocasiones, resbaladizo y técnico, por lo menos para mí corta, no, cortísima experiencia.

Tramos andando, tramos corriendo y sin darme cuenta cartelito del km 4. ¡Sorpresa! ¿Ya estamos en el 4? Miro el Garmin, 30 minutos, ooooh que bien me siento. "Sigue a este ritmo que vas a triunfar canalla". Y nos adentramos en el misterioso camino hacia el Purgatori.

Ya habíamos encendido los frontales. El mío daba una luz increíblemente blanca y potente, regulable tanto en intensidad, como en anchura de foco. Como molaba. Nunca hubiera imaginado que, hubiese podido bajar corriendo esas cuestas, esquivando esas rocas, que salían con muy mala leche puntiagudamente del suelo, con la facilidad y destreza con lo que lo estaba haciendo. Quiero resaltar que, "otabia" estamos en 92 kilazos.

Km 6, avituallamiento. Relleno mi botellín de hidratación, cojo unas gominolas que fui chupando y un par de trozos de plátano y a correr que empieza lo duró. De repente se crea un embudo que duró, como 10 minutos, debido a un salto que teníamos que bajar poco a poco. En esa zona empieza a preocuparme si tenía claro que pecados tenía preparados para purgar. Zona tenebrosa como la música de la salida, de vez en cuando oíamos chillidos... ¡Oú que miedo! Y nos preparamos para subir la gran cuesta que nos llevará a la esplanada de camino al “Taga”. Dura, no, lo siguiente. Muchos de los corredores se quedaban atrás, otros paraban a descansar extenuados, y yo “parriba”.

«Por favor, paso por la izquierda», en alguna ocasión tuve que pedirlo, ya que me sentía fuerte y como ya la conocía, pues sin miedo el tío “palante". Ya te enterarás listillo, pensaría alguno de los Runners que adelantaba. Oigo que uno le dice a otro: «Cuando lleguemos arriba no corras, sigue andando un buen rato para que el músculo se estabilice». Tomé buena nota.

Metros y metros subiendo. Tenía calculado que el final de la cuesta, me lo marcaría el Garmin cuando estuviera en los 990 metros de altitud, por lo que continuamente miraba el reloj y así, controlar el esfuerzo. Pero, no veía bien si el número de la pantalla era un 600, o un 900. La edad no perdona la vista. Lo único que distinguía bien eran los ceros, si es que lo eran. Así que, estaba igual de perdido, mirase o no el peluco. Seguí subiendo, andando a buen ritmo y apoyándome con las manos en las rodillas y en cuanto podía agarrándome a cualquier árbol o saliente. La frecuencia cardíaca entre 150 y 163, los gemelos a tope, los cuádriceps saliéndose de mis piernas, con lo que en un momento de lucidez decido parar, por si las moscas, ya que pensaba que llevaba un buen tiempo y me podía permitir descansar un par de minutos. Así que lo hice. Me adelantan 3 corredores y pienso que son suficientes, ya que seguramente los volveré a pillar. Vamos "parriba".

No se acababa nunca, Aquella cuesta era interminable, era la reostia, curvas y más curvas. Cuanto más subíamos daba la impresión de que era más empinada, ya no sabía cuanto quedaba ni por aproximación porque cada curva me recordaba a la última y no era así. Llegué a dudar si el día que fui con Blai, no cogimos un atajo. Pero no, no hay atajos que valgan, se estaba haciendo insoportable ya que el ritmo que llevaba era potente. Y de repente, en un pequeño y corto replano, me da por trotar un poco más rápido, ya que el terreno lo permitía y entonces ocurrió... Mi gemelo derecho me dio un pinchazo intenso, corto y electrizante, osease lo que es un pinchazo. Me asusto, paro, recupero el aliento y automáticamente y sin pensármelo me tomo un gel, ya sabía lo que eran las rampas desde la Mitja de Granollers y no quería volver a padecerlas. Reduzco marcha, asimilo el gel y recobro el camino. ¡Maldita sea! otra vez te has pasado macho. No aprenderé nunca. Comienzo a dar pasitos con cautela y así con miedo y mucho cuidadito llego por fin arriba. Me acuerdo de los compadres que más atrás se daban consejos entre ellos y tomando uno de ellos prestado, decido correr muy suave y andar por tramos, hasta el siguiente avituallamiento. Pero aun y así iban llegando las primeras malditas rampas.

Por fin, llego al avituallamiento. Comida a punta pala y de todo tipo, menudo buffet libre. Cómo de todo, con riesgo de que no me sentara bien, ya que no hay que probar en carrera nada que no hayas probado en entrenos. Pero me daba igual, aquellas rampas, estaba seguro de que eran debidas a la falta de hidratación y alimentos. Lleno el buche, y mientras engullo con ansia, me asomo a las vistas del pueblo que se ve precioso. Intento relajar piernas y después de preguntar por dónde se sigue, agradezco a los voluntarios su ayuda y sigo mi marcha.

Las rampas están deseando salir. Me van avisando que, en un movimiento chulesco, van a dejarme clavado en cualquier esquina oscura del recorrido. ¡Maldita sea! Ahora que viene lo bueno, que es una bajada espectacular y técnica, no puedo correr.

Llego andando despacito al Castillo de Tagamanent. Ni me planteo correr, ya que no puedo, las piernas están tensas y noto todas las alarmas de que me van a volver a dar las rampas. Después de bordear el castillo y asomarme a la plana de Vic, con unas vistas nocturnas espectaculares, me encuentro con la bajada eterna que me llevará hasta meta.

Delante de mí, una chica y dos chicos. Prácticamente bajamos los dos primeros kilómetros juntos. Las piernas me respondían bien, los músculos no me hablaban. Contento porque creo que el avituallamiento me ha sentado de maravilla, empiezo a coger confianza y me voy soltando cada vez más. Que emoción, vuelvo a estar en perfectas condiciones y empiezo a correr como un crio sorteando piedras y surcos del camino. No muy rápido, pero si corriendo. (Que iluso).

Km 12, o 13, no sé muy bien, la primera rampa de órdago. Chillo como un niñato consentido, como si nunca hubiera sentido dolor y fuera una experiencia nueva. Los corredores de delante se paran, retroceden en mi busca y me preguntan. Les digo lo que hay, siguen corriendo y yo me paro con el gemelo por bandera. Maldita sea mi estampa. Relajo, me masajeo la pierna, no sé si estirar, si encogerla, si darle porrazos… Pero me paro y en un momento se pasa.

Bueno, abreviando, 7 rampas como 7 soles que me dieron en la bajada. Por un momento pensé en llamar al Míster y preguntarle qué hacer. A buen seguro estaría durmiendo. Madre mía que dolor. En cada una de ellas me adelantaban 2 o 3 corredores y todos preguntando por mi salud, «Bien, bien, tranquilos, pardillo que es uno». Así que tuve que aprender a correr con ellas. Cada vez que me pasaba de velocidad, "zasca", en toda la pata.

La bajada es vertiginosa muy guapa y en tramos muy técnica, con grandes saltos, que si tienes rampas mejor bajarlas arrastrando el culete. Pero ahí estaba el tío, corriendo y sufriendo, y preguntándome si realmente me gustaba pasar por eso. La verdad es que no soy masoca y sufrir no me gusta, pero si para vivir esta experiencia tuve que padecer todo aquello, pues bienvenido sea, ya aprenderé a no sufrir agarrotamientos.

Tengo que decir, que en ningún momento me confundí en el recorrido, ya que las señales están colocadas estratégicamente, para que puedas verlas antes de que te dé la sensación de que te has perdido. Muy bien por la organización y sobre todo por los voluntarios, que, en todo el recorrido, te vas encontrando en lugares peligrosos o confusos.

Y por fin, llegamos a la pista ancha que nos llevará a Aiguafreda.

Deseando pasar por el arco de meta para sentir las sensaciones de siempre, deseando ver a mis acompañantes, deseando que no se despisten cuando llegue, porque después de tanto rato esperándome, me imaginaba la desesperación que tendrían. Sobre el km 11 les llamé para decirles que me quedaba poco, pero eso fue antes del padecimiento, con lo que el retraso fue descomunal.

Y llegamos al pueblo. Y solo me quedan 500 metros y las rampas han dejado paso a los nervios, llevo corriendo sin ellas, bastante rato. A lo lejos, veo dos chicas saltando y chillando. Pero hasta que no estoy encima, no me doy cuenta de que son ellas, Encarni y Felisa. Que ilusión más grande, no me las esperaba hasta después de pasado el arco. Llego a su altura y mis lágrimas no se pueden esperar más, mi emoción es enorme, mi mujer, loca de alegría, mi cuñada viviendo una experiencia que no conocía, ver llegar a su "cuñao", al gordo, el que pesaba más de 130 kilos, al que no le llevaban de excursión ni engañado, el que no perdonaba una buena comilona ni de broma, a ese, verlo llegar a meta después de 3 largas horas corriendo, esa experiencia, le parecía irreal. Diossss que emocionante, quiero vivir una y mil veces esa sensación. Llegar a meta después de un esfuerzo enorme y que te estén esperando con el corazón en la mano.

Me custodian corriendo hasta el final. Y para mayor emoción, bajo el arco de meta, allí estaba Diego, con cámara en mano, grabándome un vídeo, sin perder detalle, grabando uno de mis mayores triunfos, correr una carrera de montaña como una casa, 18 km, más 1900 metros de sufrimiento y nocturna, y en solo, 2h 59'36''. (Podía haber no llegado).

Se acabó, lástima, pero se acabó. Han sido 3 meses de entrenos muy duros, subiendo los lunes 1100 escalones a “toa lexe”, subiendo cuestas como una cabra, haciendo series como los profesionales en las pistas de atletismo. Tres meses en los que he pasado de todo, motivación, desmotivación, he cogido kilos, los he vuelto a soltar. Pero aquí estoy otra vez con una alegría que sobrepasa al sufrimiento.

Otra meta conseguida otro "MAYOR TRIUNFO".





¡Y todavía estoy aprendiendo a correr!

















miércoles, 14 de mayo de 2014

SUBIDA A SANT JERONI, MONTSERRAT. UNA DIVERTIDA EXCURSION.

Han pasado casi 4 meses desde mi última entrada en el blog. No me llegaban las ganas de escribir, creía que se había acabado el deseo de hacerlo o la inspiración.

Resulta, que estoy sintiendo sensaciones que antes no conocía. Tal que después de una media maratón, sentirme vacío, sin motivación, hueco de fuerzas, con el nivel de entusiasmo bajo cero para seguir con la lucha contra los kilos.

Me sentí en las siguientes semanas muy flojo de entusiasmo y un poco perdido. Por lo visto, es algo normal que, después de un reto así de importante, se pueda sentir esa sensación. Tenía la impresión, como si hubiera llegado el fin de todas las emociones.

En estos 4 meses solo he corrido una carrera, pero de montaña. La Cursa Dels Mussols, en Sant Quirze, 13.2 km y un desnivel de 350 m. Algo de lo que tenía muchas ganas, correr por montaña. Si ya se me hacía difícil correr en asfalto, pues ya verás el Trail running.

He dejado la dieta de momento. Me mantengo temporalmente en 92 kilos, ya que se me está haciendo muy difícil bajar de ese peso. He decidido, no obsesionarme y descansar una temporada de dieta, hasta que encuentre otra vez, la forma de afrontar el perder esos 10 o 12 kilos.

He descubierto que me puedo pasar algunos días y darme una fiesta en la mesa y poder coger 2 kilitos. Pero, como hago bastante deporte, los puedo perder con un pequeño esfuerzo.

Si quiero bajar de los 90, eso amigo, requiere apretar las tuercas de la dieta, hacer bondad en los almuerzos y recuperar la motivación para perderlos.

De momento los kilos los dejaremos para más adelante.

Poco a poco, fui recobrando el entusiasmo hacia los futuros retos. Aunque, estos se encuentran un poco lejos. Ya que, superar un objetivo, como una media maratón, requiere tiempo, dedicación plena en los entrenos y paciencia, mucha paciencia. Y de eso, no voy sobrado.

Ahora ya estoy en pleno apogeo. Recuperada la ilusión, nos hemos metido de lleno en entrenos para montaña, y eso requiere mucho esfuerzo de cardio y piernas. Subir escaleras, subir cuestas, Fartlek por montaña y recientemente, estoy empezando a entrenar en las pistas de atletismo de Sabadell. Como un atleta de verdad. Me estoy preparando para participar en otra carrera de montaña. Tengo entendido, que va a ser muy dura para mí. Me encanta. Les Animes del Purgatori, en Aiguafreda. Aproximadamente, 18 kilómetros y con un desnivel de 950 metros. Nocturna, el 7 de junio. Se me está haciendo la espera larguísima.

No perdono ningún entreno y en cada uno de ellos, intento superar mis expectativas, como siempre. Y para más Inri, me hago amigo de un alpinista... Joven y alpinista, pues eso, está como una cabra. Mi amigo Blai, compañero de mercadillo y amante de “Montserrat”, la montaña, claro.

Como todos los que me han visto crecer en el mundo del deporte, también se apuntó a tener conmigo una experiencia en su terreno, en su caso, la escalada. A mí, exgordo, exsedentario, que me alejaba todo lo posible de cualquier montañita para evitar todo tipo de daño o peligro, no se le ocurre otra cosa, que proponerme subir, este próximo mes de agosto, al Aneto. Este tío no sabe lo que dice...al Aneto...a mí, ¡ja!, que no me acojona nada... que cada día necesito metas imposibles. Pues venga chaval, vamos al Aneto ese en agosto, o cuando quieras. Faltaría más.

Pero antes, tiene que valorar mi resistencia física y mis agallas para afrontar un reto como este. Y me invita a subir a Montserrat de una forma diferente, palo caminata con algún tramito de semi escalada y una mochila de 10 kilos, a la espalda.

Blai, Comba, su perra, mezcla entre pastor alemán y pastor belga, preciosa, blanca y simpática y yo, con mis 92 kilos. Vamos "pa´rriba" Blai.

Salimos de Collbató, de la Vinya Nova, dirección Sant Jeroni, la cima más alta de la montaña y a los pocos minutos, antes de empezar a sudar, 4 cabras salvajes, mirándonos fijamente, como diciendo: «Donde coño irá Blai con este “peazo” de tío que abulta más que la mochila que lleva». (A él, seguro que lo conocen, porque cada lunes sube a la montaña, si no por un camino, por otro). ¡Oiga! nos miraban fijamente sin inmutarse, a pocos metros. Primera experiencia del día y nueva para mí.



Seguimos subiendo por un camino, que empieza a enseñarnos lo esplendoroso de la montaña de Montserrat. Subida no muy dura, pero continua. Para quien no esté preparado, se la tiene que tomar con calma.

A todo esto, Comba, empezaba a coger confianza conmigo. En un principio ni se arrimaba a mí, algo arisca. Pero, a lo largo de la mañana, llegó a preocuparse hasta de las veces que me caía, que no fueron pocas.

Durante la subida, mi guía particular, (ya que Blai está estudiando para Técnico de media montaña) me fue dando explicaciones de la vida geológica de aquel terreno. Resumiendo la historia burdamente y con perdón de los geólogos, es el resultado de la erosión causada, a lo largo de muchísimos años, a la acumulación de, piedras, guijarros y demás materiales orgánicos, e inorgánicos, de un delta perteneciente a un gran rio, que dejaba sus restos en esa zona. Y tras grandes cataclismos y cambios estructurales, dio forma a esta maravillosa montaña serrada. ¡Ea!, ahí queda eso.

Es entonces, cuando sabes algo de su historia, cuando realmente empiezas a valorar esas rocas y te fijas en qué no son tales, si no, que realmente, son muchas piedras unidas por una especie de cemento natural, muy sensible a la erosión. ——¿Dónde está el agua cuando llueve en la montaña esta? — Me decía él. —Pues si te fijas, en la montaña no hay riachuelos, ni cascadas, ni charcas. Toda el agua se la chupan esas rocas gigantes, que deben estar macizas de agua.

Qué curioso.

Y después de una hora y media, aprendiendo de mi mentor de montaña, llegamos a la cima de Sant Jeroni... ¡Espectacular! Unas vistas, que se podía distinguir, desde el mar, hasta los pirineos.

Desde esa plataforma, me enseña las zonas que vamos a recorrer esa mañana. Me señala en concreto una pared, a lo lejos, con una grieta en uno de sus lados y me dice que por esa grieta vamos a subir...No entiendo nada, yo solo veo una pared lisa, sin una sola zona por la que se pueda ascender. Es más, no entiendo, que cuando estemos arriba, donde estaremos si en un pico o en un canto de la pared ¿??¿?? Me tiene loco, pero sin hacerle mucho caso, le sigo para comernos el primer bocadillo, al pie de las escaleras que acceden al mirador.

Resguardados del viento que hace, me da mi primera clase práctica de montañismo. Me enseña a utilizar una brújula sobre un mapa. ¡Ondia tú! Que ilusión, con las ganas que tenía de utilizar la brújula, bueno… de saber utilizar esa brújula que llevo a todas las excursiones, en un rincón de la mochila.

Como no soy muy tonto y el manejo no es muy difícil, lo pillo rápido. No se si el día que me pierda, sabre aplicar lo que me enseñó, pero, por lo menos, para vacilar a mis niños y a mi mujer, ya tengo base. ¡Ouh yeah!

Empezamos a descender, desandando lo andado, hasta un camino que nos llevará, hasta el Canal del Migdia, dirección el Montgros, por la canal de la salamandra.

Primer talegazo descontrolado. Pies por delante, bastones al aire, mochila de airbag. Un ostión. Suelo tener bastantes reflejos, pero solo me dio tiempo a decir, estando panza arriba: —Tranquilo Blai, me he curtido en el hierro y no me duele nada—. Comba se llevó un susto importante. La pobre, enseguida se acercó para oler mis rasguños y muy nerviosa se resguardó entre las piernas de su compañero.

Sigamos que no pasa ná.

La mañana espectacular, ayuda a deslumbrarnos, con todo el esplendor del paisaje que merece. No hay curva que no admire, ni matojo de yerbas que se me pase, todo me parece alucinante. Hasta las bajadas empinadas y resbaladizas…

Segundo talegazo. Fue algo más tarde, zona con algo de piedras. El problema, fue que se me resbaló el pie izquierdo hacia abajo, siguiendo él solo, como si no existiera nadie más. El pie derecho, quedó atrás, enganchado por la suela, en una triste piedrecilla y su compañera hacia delante como pedía el terreno, y estirándose todo lo que dio la ingle. Postura harto complicada para poder levantarse. —Tranquilo Blai, recuerda... en el hierro.

Sigamos que no pasa ¡ná!.

Buena bajada, hasta encontrar lo que nos llevaría hasta la Canal de la Salamandra. Mi primer contacto con lo más parecido a la escalada, sin despegar los pies del suelo. Una canal muy inclinada, entre dos paredes, que la única forma de subirla era cogiéndose con fuerza a los lados, con las manos y asegurándolas bien, porque los pies, podían fallar y una de las cosas que te hace perder el equilibrio es, no estar acostumbrado a llevar una mochila, con tanto peso a las espaldas. Muy emocionante, lástima que duró poco, pero fue intenso. Yo, trepando por esas montañas, quien me lo iba a decir. Una vez arriba de esa canal, entendí lo de esa grieta, (que me explicó desde Sant Jeroni) por la que teníamos que subir. Para mí, inimaginable. Muy bonito Blai, de verdad.

Y seguimos caminando hasta llegar a un macizo enorme llamado el Montgros. Vistas de película.

Hasta ese momento, ni mis gemelos, ni los cuádriceps, ni mi corazón sufrían. Llevábamos un ritmo suave, ya que las cuestas, no estaban para ponernos a prueba.

Continuamos la preciosa experiencia de trepar por esas rocas. Nos encontramos con lo que parece ser que le llaman, “Vía ferrata”. Una subida bastante empinada, que para los que no están muy duchos, hay unas cuerdas en las que te puedes coger para trepar. Hasta la fecha, no tenía ni remota idea de que existieran esas cosas por la montaña. Muy emocionante. Me agarré a la cuerda para probar como se subía en esas condiciones. Pero, por un momento pensé, en que, si la cuerda estaba bien atada, o medio cortada en algún punto, o algo raro. Así que la solté y subí agarrándome a todo lo que sobresalía del suelo y de las paredes. 92 kilos y tirando de ellos jeje. Cuando llegamos arriba, pude comprobar que la cuerda estaba muy, pero que muy bien atada. Pardillo que es uno.


Seguimos la aventura.

Tercer talegazo. Terreno muy inclinado, de tierra suelta, con piedras sueltas, ramas sueltas donde no podías agarrarte y mis pies, inexpertos aun, más sueltos todavía. Una zona, en la que teníamos que andar con los bastones por delante paralelos y dando pasos cortos. Pues allá que voy. Noto como mis pies se levantan del suelo en unos nanosegundos. Estando en el aire, busco a mi alrededor algo donde poder cogerme para no caer encima de mi guía. Miro a la izquierda, la pared de roca no me da mucha seguridad, miro a mi derecha, veo un árbol, calculo, que si lo abrazo con fuerza detendré mi bajada. Pero está demasiado lejos. Empiezo a pensar que hacer con los bastones, pues los tengo enganchados por las correas a mis muñecas y me molestarán para ejecutar cualquier maniobra de salvamento. Pienso en que la mochila, podrá detener el fuerte golpe en mis riñones que me voy a dar en los siguientes nanosegundos. Pienso, en si después de la caída, podré comerme un croissant de nata. Y antes de darme cuenta de nada, estoy patas arriba, con el brazo enganchado a una oportuna y milagrosa raíz, a la altura de mi bíceps, que me impide descender más, y con mi cuerpo estoy chafando el palo de aluminio de 24 € de mi mujer. Una vez en el suelo, mirando entre las ramas de los árboles los rayos de luz, de aquella maravillosa mañana, solo pensaba en el palito de caminar, si habría sobrevivido al peso de mi cuerpo. Pero no fue así, cascó por la parte más débil, la que estaba debajo de mi culo. Y ni enterarme de lo que pasó. En un segundo, completo, resbalé, caí, se me enganchó el brazo, rompí el palo y nada más. La perrilla ya me estaba cogiendo miedo. Resultado, sollones por todas partes. ¡Hala!, a seguir la caminata con un solo bastón. ¿Curtido en el hierro...? Los cojones.

Vaaaaamos a seguir.

Retornamos al camino para ir en busca del momento más complicado de la mañana. Una bajada de piedra, en forma de lengua, que teníamos que atravesarla de lado a lado. Con una inclinación de más de 60º, con un ancho de unos 6 metros por 50 de largo hacia abajo, en la cual los pies tenías que mirar donde colocarlos en cada paso sin margen de error, ya que la caída en medio de la rampa, podría ser la última del día y algo más. —Nen, ¿Estás seguro de que, por aquí, se puede pasar? No me han dado miedo las alturas, de hecho en mi antiguo oficio y en mi juventud hice alguna que otra locura. Pero aquello no me lo esperaba. —Si hombre, si se pasa, poco a poco. Pues nada tiremos. Así que a cada paso que daba, Blai por debajo mío indicándome donde poner los pies y vigilando por si resbalaba, para empujarme hacia atrás y caer de espaldas al suelo, que más que suelo era pared por lo cerca que estaba de mí. Pasito a pasito y zigzagueando fuimos atravesando y bajando un poco. El palo roto me molestaba más que la mochila, la mochila más que las gafas de sol, las gafas más que la gorra, si lo hubiera podido dejar todo allí hubiera bajado mejor.

Y llegamos abajo.

—¿Ya está Blai? ¿Hay algún trozo más como este?

—Si, alguno hay.

¡Cagon la leche! Hasta cuatro obstáculos como ese, más cortos, pero igual de chungos nos encontramos.

¡ADRENALINA! Me voy a tatuar en el pecho.

Incluso, llegó a gustarme. Pero, como experiencia en alta montaña, tuve bastante con esa.

A partir de ese momento, todo fue bajar y bajar, en alguna ocasión muy inclinado, pero por lo general, bastante buen camino.

Llegamos a la pista que nos llevaría de vuelta al coche. Y antes de irnos, parada cervecera en el restaurante que había en el parquin donde teníamos los coches. Cervecitas, frutos secos y comentar la experiencia.

Total 14 km y un desnivel de 1250 metros. Experiencia bonita, apasionante, interesante culturalmente y dirigida por un futuro Técnico de montaña, mi amigo Blai.

Me preguntaste al acabar que tal como guía excursionista. Pues te diré mi opinión: "No cambies nunca, lo que te hace grande en la montaña, no es lo que has aprendido en los cursos, eso lo haces de maravilla, si no, lo que llevas dentro de ti, tu pasión".

Gracias por la experiencia. Repetiremos en la Pica d´Estats y llegaremos al Aneto. Palabra.




Comba y yo.