Sábado
23 de marzo, me invita Fernando hacer el entrenamiento con los Mossenaires, como
así se hacen llamar un grupo de amigos, que suelen reunirse los sábados, en un
punto de Terrassa para salir a correr o andar, pero sobre todo a pasárselo
bien. En realidad, nunca son las mismas personas porque, allí va quien quiere
hacer un entreno simpático y pasar un buen rato.
Hasta
ese día, mis salidas a pasear, o trotar, las hacía en ropa de calle. Palo
chándal de andar por casa, jersey y chaqueta normal y corriente. Solo llevo
adecuado para el momento, mis zapatillas de 110 €, (más contento con ellas, que
un niño chico) y unos buenos calcetines de Runner. Claro, en el fondo, aunque
como dije desde un principio, estaba convencido que era “MI MOMENTO”, tenía mis
miedos a terminar en fracaso. Evidentemente no quería pensar en eso, pero
tampoco invertía mucho dinero. Salir a andar, es gratis. Pues allí que me
plantaba en el bosque de Can Deu, “vestío de bonico”, que cuando empezaba a
trotar, por aquellos caminos y me cruzaba con alguien, pensarían: “Otia tú, o
hay fuego, o este tío huye despavorido de un jabalí”.
Así
que, ¿cómo me presento, ante un grupo de corredores, en mangas de camisa?
Pues
nada tú, voy y hago mi segunda inversión. Camisetas térmicas de manga larga y
corta, pantalón largo deportivo, pantalón corto de correr, mallas largas, que
me quedan como al Papa Francisco dos pistolas, y una funda para el móvil de
estas que se colocan en el brazo, más chula “quel copón”. Menos mal, que la
mujer me para los pies, si no, me hubiera comprado hasta un pulsómetro.
Equipado
hasta los dientes, nervioso y acongojado, pero bien acompañado, porque desde
hacía días que quería también acompañarme a esta salida el “Casi”. Casimiro
Martín. Otro maratoniano, 65 o´66 años, 104 maratones en su haber, empezó a
hacer senderismo a los 41 y maratones 10 años después. Un fenómeno. Yo no sé qué
me pensaba de los corredores, se me antojaban bien formados físicamente, con
unos cuádriceps de “churchunager” siempre vestidos de ropa deportiva, como a
punto de salir a correr, con una cinta en la frente para el sudor durante todo
el día. Yo que sé. Pues no, no no, son como tú o como yo. Normales, con sus
quehaceres habituales, con sus respectivos trabajos y problemas. Yo es que
pensaba que el deporte estaba al alcance de unos cuantos privilegiados. Pues
mira por donde, que hasta yo, puedo hacer cositas.
¡Vamos
a hacerlas!
El
grupo que quería correr, salieron en una dirección y nosotros 3, por otro
camino más corto, pero con final, en el mismo punto que ellos, para hacer la
clásica foto semanal en grupo. Empezamos a andar al ritmo de Casi, un ritmo que
para mí era como el coyote detrás de estos dos correcaminos. Las piernas me
iban a estallar, una tensión en las tibias horrible (aun no hablo como los
runners esa zona seguro que tiene otro nombre) y estos dos hablando normal. Ese
efecto pasa pronto, luego se convierte en un calorcito la mar de agradable.
Llegamos
a una zona preciosa, la verdad es que no la conocía, era con un pequeño
desnivel. Así que, empezamos a hacer unos cortos trotes. Rápidamente me fui
calentando y los trotes, se hacían cada vez más largos, hasta que conseguí
correr durante unos 20 minutos seguidos.
La
verdad es que me sentía muy protegido por los dos, por un lado, Casi animándome
a correr y por otro, Fernando vigilando mi expresión, supongo que para
controlar si se me salía el corazón por la boca. Pero sorprendentemente me
sentía muy fuerte, muy ágil, cosa que hacía años que no lo sentía, y nada
cansado. Solo paramos cuando empezó una terrible e interminable cuesta.
Esa
zona se encuentra entre Terrassa y Sabadell. Durante el camino, se pasa de un
lado al otro de la carretera de Matadepera. Bosque, fuentes naturales,
riachuelo precioso. Una maravilla desconocida para mí, y a 4 km escasos de la
puerta de mi casa.
Después
de la cuesta viene la calma. ¡¡Y…sorpresa!! Llegamos a las barbacoas de Sant
Julia. No tenía ni idea de donde estaba. Normal, cuando no despegas, el culo
del coche.
Llegamos
como una unidad militar, nosotros, el equipo táctico por el Este, el grupo de
asalto por el Norte y con pocos segundos de diferencia. Nos juntamos y la plana mayor del pelotón
decidió donde hacer la foto. Yo buscaba al sanitario, pero se ve que había
caído en combate.
Foto
y vuelta al campo de batalla.
Yo
caí KO, un tiro certero. Ya no podía correr más. Tensión piernas, dolor
rodillas y mente saciada de sensaciones. “Basta por hoy” pensé, mañana más.
Seguimos caminando ellos contándose sus cosas y yo hablando un buen rato con
Mariano, otro corredor de más de 60 años.
En
definitiva, un entreno de lo más provechoso, tanto en emociones, como en
descubrir zonas de paseo nuevas y sobre todo reforzando mis piernas y mi bomba
para la carrera.
No
fue el único entrenamiento en equipo, hubo otro con mi hijo Jordi y Fernando,
también muy bueno.
Y
como siempre, muy contento.