domingo, 7 de abril de 2013

MI PRIMER ENTRENAMIENTO EN TORRE MOSSÈN HOMS – TERRASSA



Sábado 23 de marzo, me invita Fernando hacer el entrenamiento con los Mossenaires, como así se hacen llamar un grupo de amigos, que suelen reunirse los sábados, en un punto de Terrassa para salir a correr o andar, pero sobre todo a pasárselo bien. En realidad, nunca son las mismas personas porque, allí va quien quiere hacer un entreno simpático y pasar un buen rato.

Hasta ese día, mis salidas a pasear, o trotar, las hacía en ropa de calle. Palo chándal de andar por casa, jersey y chaqueta normal y corriente. Solo llevo adecuado para el momento, mis zapatillas de 110 €, (más contento con ellas, que un niño chico) y unos buenos calcetines de Runner. Claro, en el fondo, aunque como dije desde un principio, estaba convencido que era “MI MOMENTO”, tenía mis miedos a terminar en fracaso. Evidentemente no quería pensar en eso, pero tampoco invertía mucho dinero. Salir a andar, es gratis. Pues allí que me plantaba en el bosque de Can Deu, “vestío de bonico”, que cuando empezaba a trotar, por aquellos caminos y me cruzaba con alguien, pensarían: “Otia tú, o hay fuego, o este tío huye despavorido de un jabalí”.

Así que, ¿cómo me presento, ante un grupo de corredores, en mangas de camisa?

Pues nada tú, voy y hago mi segunda inversión. Camisetas térmicas de manga larga y corta, pantalón largo deportivo, pantalón corto de correr, mallas largas, que me quedan como al Papa Francisco dos pistolas, y una funda para el móvil de estas que se colocan en el brazo, más chula “quel copón”. Menos mal, que la mujer me para los pies, si no, me hubiera comprado hasta un pulsómetro.

Equipado hasta los dientes, nervioso y acongojado, pero bien acompañado, porque desde hacía días que quería también acompañarme a esta salida el “Casi”. Casimiro Martín. Otro maratoniano, 65 o´66 años, 104 maratones en su haber, empezó a hacer senderismo a los 41 y maratones 10 años después. Un fenómeno. Yo no sé qué me pensaba de los corredores, se me antojaban bien formados físicamente, con unos cuádriceps de “churchunager” siempre vestidos de ropa deportiva, como a punto de salir a correr, con una cinta en la frente para el sudor durante todo el día. Yo que sé. Pues no, no no, son como tú o como yo. Normales, con sus quehaceres habituales, con sus respectivos trabajos y problemas. Yo es que pensaba que el deporte estaba al alcance de unos cuantos privilegiados. Pues mira por donde, que hasta yo, puedo hacer cositas.

¡Vamos a hacerlas!

El grupo que quería correr, salieron en una dirección y nosotros 3, por otro camino más corto, pero con final, en el mismo punto que ellos, para hacer la clásica foto semanal en grupo. Empezamos a andar al ritmo de Casi, un ritmo que para mí era como el coyote detrás de estos dos correcaminos. Las piernas me iban a estallar, una tensión en las tibias horrible (aun no hablo como los runners esa zona seguro que tiene otro nombre) y estos dos hablando normal. Ese efecto pasa pronto, luego se convierte en un calorcito la mar de agradable.

Llegamos a una zona preciosa, la verdad es que no la conocía, era con un pequeño desnivel. Así que, empezamos a hacer unos cortos trotes. Rápidamente me fui calentando y los trotes, se hacían cada vez más largos, hasta que conseguí correr durante unos 20 minutos seguidos.

La verdad es que me sentía muy protegido por los dos, por un lado, Casi animándome a correr y por otro, Fernando vigilando mi expresión, supongo que para controlar si se me salía el corazón por la boca. Pero sorprendentemente me sentía muy fuerte, muy ágil, cosa que hacía años que no lo sentía, y nada cansado. Solo paramos cuando empezó una terrible e interminable cuesta.

Esa zona se encuentra entre Terrassa y Sabadell. Durante el camino, se pasa de un lado al otro de la carretera de Matadepera. Bosque, fuentes naturales, riachuelo precioso. Una maravilla desconocida para mí, y a 4 km escasos de la puerta de mi casa.

Después de la cuesta viene la calma. ¡¡Y…sorpresa!! Llegamos a las barbacoas de Sant Julia. No tenía ni idea de donde estaba. Normal, cuando no despegas, el culo del coche.

Llegamos como una unidad militar, nosotros, el equipo táctico por el Este, el grupo de asalto por el Norte y con pocos segundos de diferencia.  Nos juntamos y la plana mayor del pelotón decidió donde hacer la foto. Yo buscaba al sanitario, pero se ve que había caído en combate.

Foto y vuelta al campo de batalla.

Yo caí KO, un tiro certero. Ya no podía correr más. Tensión piernas, dolor rodillas y mente saciada de sensaciones. “Basta por hoy” pensé, mañana más. Seguimos caminando ellos contándose sus cosas y yo hablando un buen rato con Mariano, otro corredor de más de 60 años.

En definitiva, un entreno de lo más provechoso, tanto en emociones, como en descubrir zonas de paseo nuevas y sobre todo reforzando mis piernas y mi bomba para la carrera.

No fue el único entrenamiento en equipo, hubo otro con mi hijo Jordi y Fernando, también muy bueno.

Y como siempre, muy contento.