jueves, 4 de abril de 2013

CUANDO SALIR A ENTRENAR.

El primer día oficial de entrenamiento, según la tabla de RunandFit, llovía. ¿Qué hago? No me lo pensé, Salí a andar. Como bien me aconsejo Ferrán, hay que salir si llueve, si hace frío, o aire. Hay que salir, así que, ese día, me planteo probar todas las inclemencias atmosféricas, que se me pongan por delante.

Y mira por donde en la madrugada del 23 de febrero, nieva.

Me coloco mis zapas, me abrigo y al bosque de Can Deu que me lanzo a las 7:30 de la mañana. Disfrutando de unas vistas de las afueras de la ciudad como nunca lo hubiera imaginado.

Parece mentira, pero tenía miedo. Un miedo superfluo ¿A qué?, no sé, a caerme, a no saber qué me iba a encontrar en medio del bosque, al nerviosismo de estar corriendo por la nieve, no sé, no estoy seguro, pero tenía una cosilla en el estómago que igual lo confundía con miedo. La cuestión es que, había salido y encima del disfrute del momento, fue el primer día que probé a correr. A ver cuánto aguantaba. Tanto como, 12 largos y apasionantes minutos. Estaba como loco por decírselo a todo el mundo. Que momentazo más intenso, tanto tiempo queriendo poder hacer algo así y ya lo conseguí.

Corrí hasta que me llegaron los consejos a mi mente abrumada de mi entrenador: “No te esfuerces más de la cuenta, que te emocionas y te harás daño”. Paré y seguí caminando. Acabé el recorrido con unas sensaciones que ni las cervecitas, ni los atracones, ni mi querido sofá, me darían nunca.

En definitiva, disfrute como un marrano en un charco trotando por la nieve. Me llevé a casa unas cuantas fotos un vídeo que me auto grabé y muy buenos recuerdos.

Ya me ha tocado salir con frío, aire, nieve, agua, a las 6:00 de la mañana… Todo un machote.

Era la séptima semana, había perdido unos 11 o 12 kilos y en mis entrenos solo corría, 6 x (2’ trote + 1’ caminar). No estaba mal para un futuro atleta.

Las zapatillas se quedaron super limpias.


miércoles, 3 de abril de 2013

PRIMERAS SEMANAS DE DIETA Y EJERCICIOS.

Después de 2 o 3 semanas saliendo a andar y con unos cuantos kilos de menos, la cosa se pone interesante.

Ya se van quedando atrás los dolores de espalda, tanto matutinos como durante los entrenamientos. El entumecimiento de la parte trasera del muslo también deja de ser una molestia. Ya no se me ponen las piernas tensas a punto de reventarse a los pocos minutos de andar. Por el contrario, después de cada salida siempre me quedan ganas de seguir, o casi de empezar a correr. Aunque, aún noto que esa etapa queda lejos.

Salgo a andar a diario según el plan de entreno de mi "Personal Trainer", como le llamo cariñosamente. Hasta la 3ª semana no empiezo a trotar, pero solo carreras de 30 segundos como mucho, y pocas veces. Aun así, me es doloroso y acabo agotado.

Los kilos se van perdiendo poco a poco y sin esfuerzo, sin pasar hambre, sin ansiedad. Cada vez que me subo a la báscula me llevo una alegría. Me suelo pesar los miércoles, que, tras los dos días de fiesta míos, lunes y martes, es cuando noto más la bajada de peso. Esos dos días son los de entrenamiento más intenso, salgo por la mañana y por la tarde. Por la mañana con Encarni y por la tarde voy a hacer los ejercicios que me tocan. Por lo tanto, el esfuerzo queda reflejado en la báscula.

Los abdominales y resto de ejercicios que hago en casa, aunque sencillos, acordes a mi nivel, es lo que más me cuesta de hacer. Supongo que cuando este en un peso mucho más liviano me costara menos y los haré con más alegría. Ya llegará.

1 kilo, 1.5 kilos. Ese es el ritmo semanal. Aunque, hay semanas, que no pierdo, solo me mantengo. Veo que lo importante es que si algún día me paso en comer por un cumple o algo así, no afecta mucho en el peso, ya que al otro día lo compenso con los ejercicios.

No me obsesiona la báscula, porque desde un principio la idea no es perder peso si no cambiar hábitos, con lo cual, si antes me inflaba de pan, o después de un bocadillo, seguía comiendo otras cosas, desde el momento que no lo haces, automáticamente pierdes peso. Así que me pesaba sabiendo positivamente que había perdido kilos.

El menú de un día cualquiera antes de MI MOMENTO:

A primera hora, 3 o 4 cortados.

Para almorzar, bocadillo de embutido (nada de pavo ni jamón dulce) bien cargado de aceite del bueno, con un peso mínimo de 400 gramos. Cerveza. Según temporada algún polvorón (3 o 4).

Si comía en casa, un plato de lo que hubiera, hasta la saciedad y según como, más embutido. Cerveza, dependiendo de la comida 1 o 2.

Cada vez que pasaba por la cocina, algo a la boca.

A media tarde, 2 cruasán de jamón dulce y queso, más polvorones.

Durante la tarde podía comer cualquier cosa, como chicharrones con paté de campaña, mezcla explosiva de calorías. Alguna cerveza.

La cena ya era para reventar. Nada más llegar a casa, empezaba a comer, o queso curado, o alguna sobra del mediodía, aunque en mi casa sobras, pocas. Un buen plato de lo que hubiera bien lleno. Y de postre un yogur de 1/2 kilo (500 gramos, si, si). Y si no me iba a la cama, más...

El menú de un día cualquiera después de MI MOMENTO:

Recién levantado. Vaso de agua, cucharada de copos de avena y otro vaso de agua.

Media hora después Tazón con unos 80 g. de cereales variados, 300 c.c. de leche desnatada, kiwi troceado de unos 100 g. de peso, té rojo con miel y chorro de leche y dos galletas integrales.

Media mañana 2 o 3 piezas de fruta, según tamaño.

Comida, ensalada pequeña verde, verdura de todo tipo y variada, pollo o pescado a la plancha, no más de 250 g, fruta de postre.

Media tarde 2 piezas de fruta.

Cena, más verdura, pollo o pescado en menor cantidad, y yogur desnatado con avena, ahora de 125 gramos.

Y lo más importante: Sin pasar hambre.

¡¡No voy a perder peso!!

Al principio no media las cantidades, porque con esos cambios por narices se adelgaza. Ahora la dieta la tengo un poco más organizada. Mas variedad de alimentos y mejor repartidos.

En ese aspecto me ha ayudado mucho un libro de ALIMMENTA. COM, "La dieta inteligente" de ediciones Vecchi.

Entre Encarni y yo, montamos los menús semanales, y vamos cambiando cosas según existencias, tampoco vamos a rajatabla. Lo que no varío, es la línea de comida sana y variada.

Seguiré informando.

domingo, 31 de marzo de 2013

137 kilos.

¡137 KILOS!

Eso es lo que he llegado a pesar, después de 47 años sin privarme de nada. Tabaco, alcohol, comidas copiosas, cenas exuberantes. Y una vida sedentaria que sería la envidia de cualquiera que le guste el sofá y el buen yantar, o mejor dicho, el mucho deglutir. Porque a ese peso no se llega comiendo bien, si no comiendo mucho y mal.

Se acabó. No más. Ya no quiero más sobrepeso en mis piernas, el no llegar a todos los rincones de mi cuerpo, buscando un lugar en alto por toda la casa, para poder ponerme los calcetines en aquellos pies que están tan lejos, que no parecen los míos. Se acabó, el quitarme los zapatos sin desabrochar, para ahorrarme el temible momento de atar, los lejanos cordones. Se acabó el levantarme cada mañana con dolor de tobillos, rodillas, cintura, manos dormidas, boca reseca de tanto roncar. No saborear las comidas, beber por beber, cerveza, colas, zumos de todas las clases sin conocimiento. En la nevera, nunca había bebida de ningún tipo, porque ahí estaba yo que me lo bebía todo. Pan, hasta en la sopa. Se acabó.

¿Cuántos intentos de régimen habré hecho en todo este tiempo? Pues tantos como fracasos. La dieta del bocadillo, la del jarabe de arce, la del melón. Me he comprado libros, he pedido consejo a dietistas, régimen de la farmacia, seguimiento por la enfermera del CAP… yo que sé, infinidad de intentos. Me he ilustrado cogiendo un libro de la biblioteca, referente al metabolismo humano y de cómo trabaja el cuerpo con los alimentos. He salido a andar. Años atrás empecé a correr, lo dejé después de unos meses, claro fumando, bebiendo y comiendo en exceso el deporte no es un placer si no un esfuerzo. Lo probé todo. Pero siempre que comenzaba alguna intentona de adelgazar, en mí adentro sabía que tarde o temprano lo dejaría. Estaba más que seguro que era el camino directo al fracaso. He llegado a perder 14 kilos en alguno de los intentos, pero como digo tarde o temprano salía el glotón, el hambrón, el vicioso de mi otro yo y zasca, a tomar vientos frescos, pero como siempre con pan.

A cada régimen el efecto rebote, más kilos. Después de unas vacaciones, más kilos. Después de cualquier cambio en mi vida laboral, más kilos.

Hace 25 años me casé, pesaba 80 kilos y mido 1.75. Durante varios años, me mantuve entre 90 y 95 kilos. Tenía un trabajo duro, me movía bastante más y era joven. Pero hace unos 12 años, dejé de fumar. En este tiempo habré cogido unos 40 kilos. Un fenómeno.

No voy a entrar en los detalles de cómo dejé de fumar, quizás en otra ocasión. Pero si puedo decir, que he utilizado el mismo método para dejar el tabaco, que para dejar el sedentarismo grotesco al que sometía a mi cuerpo. Y desde luego, no ha sido la fuerza de voluntad, eso no vale para nada.

LA FUERZA DE LA VOLUNTAD.

Para dejar de fumar, o de comer en exceso, la fuerza de voluntad no vale. La utilicé en dejar el tabaco, y lo único que haces, es sufrir continuamente un esfuerzo sobre humano, para no hacer algo que el cuerpo te está pidiendo a cada momento. Eso es muy duro, tienes que luchar contra tus instintos, enfrentarte a un enemigo que tienes tras de la oreja diciéndote: "Fuma, come, bebe". Año y medio sin fumar, pero cada día después de cada cosa que hacía, comer, beber, montarme en el coche, ir al lavabo, a cada momento me acordaba del tabaco. Y con esa experiencia sabía que no podría adelgazar de esa manera. Me tenía que llegar el momento, la inspiración, o lo que tuviera que pasar para poder hacerlo sin sufrimiento. Por eso, en cada intento de adelgazamiento, desde el principio, sabía que iba acabar en un fracaso.

¿Dónde está la forma correcta? En tu cabeza. Que te llegue el momento adecuado solo depende de que tengas unas ganas tremendas de hacerlo. No ir probando dietas milagrosas, si no concienciarte de que tarde o temprano tendrás que hacerlo. Pensar que sí, que lo estás haciendo mal, que comes en exceso, que cuando tienes sed podrías beber agua en vez de cerveza o refrescos cargados de calorías. Come, bebe, tírate al sofá, pero mírate cada día al espejo pensando que cualquier día podrás enfrentarte a la gula y decirle, ¡YA! Se acabó, hasta aquí hemos llegado, hoy es el día.

Yo he tardado bastante tiempo, pero lo he conseguido.

MI MOMENTO.

Llegó. El detonante fue ver a mi hijo llegar a meta en una carrera popular. Él, no me vio a mí, no contaba con que hubiera nadie esperándole, ni amigos, ni familiares, ni nadie. Pero ahí que llegó él, viendo en el crono que había superado la marca que tenía como objetivo. Con los brazos en alto, súper contento y orgulloso. Había estado entrenando días atrás en casa haciendo ejercicios, saliendo a correr cada vez que podía, queriendo hacer un tiempo de 30 o 29 minutos, y consiguió una marca de 24 minutos. Para él, todo un récord.

Me sentí muy contento de verle con los brazos en alto. Me hubiera gustado estar en su lugar y sentir lo mismo que él. Lo sentí profundamente.

Pero fueron un par de minutos, mientras buscaba a mi mujer para ir en busca de Jordi a meta y hacerle unas fotos. Pronto se pasó.

Nos acercamos a la meta y ahí estaba él, contento, exhausto, más de emoción que de cansancio diría yo.

Bueno, fotitos abrazos y punto.

¡A otra cosa mariposa!

Pero mira por donde, me encuentro a un cliente nuestro en la cola de la salida de los que iban llegando a meta, donde les daban bebida y los clásicos recuerdos de la cursa. Estaba repartiendo algo así como folletos, o no sé qué. Le saludo y le dejo con su tarea.

A mí, me quedaron dos cosas en el recuerdo, a Jordi con los brazos en alto, no se me iba de la cabeza y la curiosidad de qué, estaba repartiendo Fernando en meta. Tengo que decir que Fernando es ultra fondista, maratoniano, un enamorado de la montaña y un profesional como la cima del Everest del cansado deporte de correr. Anteriormente ya me había contado muchas de las carreras que hacía, como la Trail Walker, Cavalls del Vent, una de Calella, en fin, me hacía gracia conocer a alguien tan deportista y que con su sencillez y modestia no lo parecía.

Así que, en cuanto vino a la tienda, le pregunté que hacia allí. Entre su hijo y él han montado una historia para ayudar a principiantes del Running, o corredores habituales, que quieran perfeccionar, o conseguir, un entrenamiento para algún tipo de carrera, 5, 7, 10 km o maratones. El hijo, preparador físico titulado, y él, aporta su larga experiencia en carreras de largas distancias, así que, ayudan a quien confíen en ellos.

Bueno, bueno, bueno. ¿Qué te parece Baldomero? Creo que, en ese mismo momento, me enganché a la idea del cambio. Pero, por otro lado, me daba miedo pedirle ayuda. No sabía que perfil de discípulos buscaban, ¿gordo como yo, sedentario, vicioso de todos los placeres baratos de esta vida? Creía que no podría encajar en lo que ellos buscaban. Fue una semana larga, pero en el fondo al contrario de las otras veces, sabía que si me ayudaban no me echaría atrás. ¿Había llegado mi momento...?

Así fue.

Al siguiente viernes se lo propuse y aceptó el reto. Él se comprometía a plantearme unos entrenos preparándome para una carrera de 5 km, en los próximos 9 meses, como muy tarde en septiembre, y yo a seguirlos. Efectivamente, SÍ, había llegado "MI MOMENTO", lo presentí en el mismo instante en que aceptó. Lo sentía muy adentro, algo, se había despertado dentro de mí, que me hablaba y me hacía coger confianza en ese proyecto.

¿Una carrera…corriendo…yo…que peso 137 kilos…en solo 9 meses? Aunque parezca mentira, lo tenía clarísimo. Si, lo conseguiré, por encima de todo.

Y empezamos a dar los primeros pasitos.

Cuatro consejos para la primera semana, sin mucho esfuerzo, para no quemar esa ilusión. Andar un poco, más bien pasear y algún cambio de hábitos en la alimentación.

Los 4 o 6 cortados, que tomaba a primera hora, los cambié por un tazón de cereales de desayuno con muesli, más copos de avena, más un kiwi troceado y todo bañado en 250 cc de leche desnatada. Como postre, un té con miel. Todo eso, a la media hora de levantarme de la cama. Justo al levantarme, me tomaba 2 vasos de agua y entre ellos, una cucharada de copos de avena. Esa barriga que estaba acostumbrada a llenarse al máximo, teníamos que ir dándole cosas un poco más sanas, pero dejando que se siguiera llenando, de momento.

El bocadillo de la mañana, me lo fui haciendo cada vez más pequeño. Desde luego de jamón cocido o similar, se acabó embutidos curados o quesos de los grasos. La cerveza la cambié por un poquito de vino, que poco a poco, no apetecía con ese tipo de bocata. ¿Quién bebe vino con pavo trufado, o jamón dulce…? Pues eso. Hasta que sin darme cuenta ya no lo tengo en mis costumbres alimentarias. El bocadillo ha desaparecido.

También me mandó salir a pasear un día de la semana, 1 hora. Una hora interminable, como hacia tanto tiempo que no hacía nada, y últimamente había cogido muchos kilos en poco tiempo, pues fue un horror. Aún recuerdo el dolor de riñones que se me cogió, me tuve que parar y sentar en los bancos del camino varias veces. Se me durmieron los dedos de los pies. Tengo desde hace años un entumecimiento en la parte trasera del muslo izquierdo, que se agravó de tal manera, que pensaba que no me circulaba la sangre. Un drama, pero con el compromiso adquirido con él, solo pensaba en poder mandarle un email y explicarle que ya había salido a andar.

Bien, pues así llegamos a un acuerdo, él me manda cosas y yo "obedezco sin contemplaciones".  Así me lo propuse. Me aconsejó hacer unos cambios progresivos en mi alimentación sin llegar a ser dieta y sin obligarme a nada. Si me tenía que tomar una cerveza, pues que me la tomara, si tenía que hacer algún extra en comidas por algún compromiso, que lo hiciera. La cuestión era no obligarme a hacer algo a la fuerza.

Muy poco a poco fui quitándome algunas costumbres, como picar entre horas, comer mientras ayudo a preparar la comida, si me apetecía algo me comía unos palitos de cangrejo o una zanahoria grande. El exceso de pan, ahora me como un cuarto de pan, en 4 comidas (integral). Un poco de vino y solo al medio día, nunca por la noche. La leche, desnatada. Cinco o seis piezas de fruta durante el día.  Por la noche, prefería de postre yogur desnatado y con una buena cucharada de avena, para que tuviera más cuerpo. Verdura todos los días y toda la carne y pescado, a la plancha. Y sobre todo, que comiera 5 veces al día, que no llegara a la siguiente comida con hambre.

Todos esos consejos relacionados con la alimentación era posible hacerlos. Como él me decía: “Lo que el sentido común te diga”.

El tema estaba en marcha, me preparan entre Fernando y su hijo Pol, una rutina de ejercicios para hacer en casa y una tabla de entrenamientos para empezar a salir a caminar. Todo ello controlado vía email y por Twitter. Por el correo les explico mis sensaciones y por Twitter, los ánimos. Controlan mis avances, a través de las aplicaciones del móvil que quedan registradas al instante en internet. Solo es cuestión de constancia, determinación, motivación y responsabilidad. Consejos que me dieron en los primeros emails.

Por mi parte la motivación es extrema, porque desde Run&Fit, mi equipo de entrenadores, no dejan de ayudarme, aconsejarme, estar pendiente de mis acciones buenas y malas. Todo eso ayuda a que el esfuerzo sea muy agradable, hacen que "MI MOMENTO", cada día se reafirme más, y hoy en día, después de 11 semanas, conseguir que un sedentario con un peso de 137 kilos y un IMC de 44,73, con las arrugas del sofá tatuadas en mis nalgas, se encuentre en 115 kilos y un IMC de 37.6, poder correr, 20 minutos a un ritmo suave, pero continuo, y con más de 400 km en mis zapatillas de running. Eso es una hazaña conseguida en equipo.

Y con este relato agradezco a mis entrenadores Fernando y Pol, su impagable ayuda y dedicación.

Aún no saben lo que están haciendo por mí.

DOY COMIENZO A UN BLOG, EN EL QUE CONTARÉ TODAS MIS PARTICULARES "HAZAÑAS" Y DARE FE, DE LOS KILOS QUE VOY PERDIENDO.