lunes, 3 de febrero de 2014

MITJA MARATO DE GRANOLLERS, 21 KM - (21.000 metros y encima 100 metros más.)

¿Cuánta motivación hace falta, para poder preparar una carrera de estas características, sin haber corrido nunca y viniendo de una vida sedentaria y llena de grosería hacia uno mismo? Pues toda la que pueda darte el corazón. En mi caso voy sobrado, ya que llegué a tocar fondo, sin rozar la enfermedad. Diabetes, colesterol, hipertensión, nada de eso. Estaba gordo pero sano.

Ya hice referencia en la entrada anterior, hacia la enfermedad que padeció mi pobre madre, los últimos 5 años de vida. El puto Alzheimer. Esa es la enfermedad de la familia, la que padecen los pacientes y sufren los familiares. En mi caso, me llevó a un punto de deterioro físico-emocional, que podría haberse comparado con una depresión. Pero, yo no tenía tiempo de deprimirme, si no, hubiera sido un caos. Mi madre, el negocio que recién habíamos comenzado, la economía que no era boyante, No podía entrar en depresión. Pero, por algún sitio tenía que salir las consecuencias de esa terrible enfermedad.

Luchamos contra el puto Alzheimer, mi mujer, mis hijos, y yo. Y la enfermedad ganó, y se llevó a la Pilar. A mí, me dejó con la personalidad por los suelos y los 130 y pico de kilos encima. Ser cuidador de mi pobre madre, con esta enfermedad, a mí me destrozó.

¿Cómo se sale de una situación como esa? Yo no lo sabía, pero tenía claro una cosa, aquel tipo que veía en el espejo del armario de mi habitación cada mañana al levantarme, no era ni mucho menos, el que yo quería ser. No. Me negué rotundamente, y algo tenía que hacer.

El cómo y el cuándo en este blog está escrito, y porqué llegué a esa situación lo acabo de explicar. No quiero dramatizar esta entrada con la historia de mi querida “vieja”, pero sí, que quería aclarar, porqué le voy a dedicar esta carrera a ella. Se pensaba el puto Alzheimer, que también iba a acabar conmigo. A lo mejor cuando sea viejo. Pero ahora no, ahora voy a correr.

VA POR TI VIEJA.

En marzo del año pasado, se celebró la maratón de Barcelona, en la que corrieron algunos de los discípulos de mi club Runandfit. Los días siguientes los dediqué a visualizar vídeos en YouTube, para intentar ver entrar en meta a mi entrenador y alguno más del club. No había otra intención.

Ver llegar a la gente a meta, tan cansada, rota por el esfuerzo y al mismo tiempo, llenos de emoción, me ponía los pelos de punta. Me sacaba esa sonrisa tierna que va de la mano con la lágrima. Hacía mucho tiempo que no sentía emociones de ese tipo. Y sentí la necesidad de experimentar algo parecido. Parecido no. Mejor dicho, quería sentir esa efervescencia de sensaciones, que sufre un corredor, al que le entran en meta entre dos, porque sus piernas ya no funcionan y justo pasar el arco, se desengancha como puede de uno de sus salvadores, para ver en su reloj, que coño de tiempo ha hecho.

Necesitaba sentir lo mismo. Solo hacia 5 meses que habíamos salido de la situación que he explicado arriba. Y 5 años de demencia, son muchos años.

Le envié un correo a mi entrenador. Quería hacer una maratón…

Evidentemente me tomó por loco, pero, como él tampoco está muy sano, me hizo una propuesta algo más fácil. Hacerla corriendo y andando. Pero eso a mí, no me llenaba lo suficiente. Yo quería hacerla corriendo, toda ella.

Pobre iluso, como se nota que jamás he hecho deporte y no sé dónde están los límites humanos. Su insistencia me hizo entender que, en solo un año, sin experiencia, y sin una preparación de años, era imposible realizar ese reto.

Pero, meses más tarde, viendo mis avances tan bestias, me propuso hacer la media maratón de Granollers. Muy dura también, pero asequible a mis limitaciones.

Acepto, como no podía ser de otra manera y nos proponemos hacerla entera sin parar y en un tiempo decente.

Y llegó la semana previa a la carrera.

Que emocionante fue esa semana. La cantidad de gente que me ha estado animando a través del Facebook y del WhatsApp. "Oiga, que cosas más chulas estas de las redes sociales, lo bien que van para dar el último empujón hacia la motivación". Darse propaganda de los retos que vas a seguir, va muy bien. No es falta de modestia, no es vacilarle a nadie, es solo una forma para motivarse cuando el cuerpo o la mente no llegan. Chillarlo a los cuatro vientos todo lo que queráis, y creáis que necesitéis. El apoyo de los demás es fundamental. Si no lo vendéis así, nadie se va a enterar de lo que queréis hacer, y os encontráis solos ante el reto.

Y llegó el día de la media maratón. Con 91 kilos, 44 kilos menos que hacía un año.

En esta carrera, me va a acompañar de principio a fin, mi entrenador Fernando. Me lo prometió y así lo ha hecho. Al ser en domingo, mis hijos y mujer Encarna, no me pueden venir a ver, ya que el trabajo nos lo impide. Qué le vamos a hacer. Gracias a ellos, que ocupan mi puesto y lo hacen muy bien sin mí, yo me puedo ir de pingoneo.

En pie a las 5 de la mañana, para acompañar a los míos al mercado, a montar la parada. Y a las 8:30, los dejé y fui a buscar mí, desde luego, "Mayor Triunfo".

Frío de 2 grados, pero, ni darme cuenta ya que el saco de nervios que llevaba encima me lo quitaba. Me preparo unas cuantas cosillas, como la música, que no la utilicé, el cinturón de hidratación con la bebida isotónica, que al final no me lo llevé, unos plátanos que cogí en el mercado, que no me comí, y la GoPro que me dejó un familiar para grabar la entrada en meta, que se quedó sin memoria mucho antes de llegar. ¡Hola! ¿Estamos por la faena, o qué?

Mira por donde, que lo que tenía que haber preparado, no lo hice, ponerme el dorsal, abrocharme bien las zapatillas y dejarme la ropa puesta con la que tenía que hacer el calentamiento. No. No estamos por la faena.

Llega Fernando, me rectifica todo lo que me tenía que preparar y nos vamos hacia el guardarropa para dejar la mochila y demás. ¡Ambientazo!

Ropa guardada y a calentar. Unos minutos trotando arriba y abajo, y a prepararnos, que se nos hace tarde. Y en el punto de salida. ¡AMBIENTAZO!

No tengo los datos oficiales de la cantidad exacta de corredores, pero algún dorsal vi con el numero 17000 y pico, por lo tanto, corrían más de 17000 personas. Lógico, ¿no? ¡AMBIENTAZOOOOOOOOO!

Salida.

—En cuanto pasemos el arco de salida, tenemos que empezar a correr, nada de andar—. Primer consejo del Míster.

Y así fue, correr correr y correr.

Los primeros 5 kilómetros fueron super relajados. Me sentí muy bien físicamente, disfrutando de la gente. ¡Cómo nos animaban! Y encima, pude saludar en carrera a Cristina, amiga de Fernando y seguidora de mi historia a través del blog. Me la presentó, antes de empezar la carrera. “Encantado de saludarte Cristina. No dejes de seguirme, me anima muchísimo”.

Mucha gente, cuánta razón tenían todos los corredores amigos, que he conocido a través del deporte. “Te vas a bautizar en una de las medias maratones más guapas. Vas a disfrutar durante todo el recorrido”.

Y seguimos corriendo.

No había dolor.

El siguiente bloque de 5 kilómetros, también me sentí estupendo. En el minuto 42, tuve un problema tonto, pero que afectó en gran medida, para poder bajar de las dos horas. Se me desabrochó la zapatilla. Rallos truenos y centellas, no me había pasado nunca en ningún entrenamiento ni competición, y me va a pasar en la carrera más comprometida. Fue una de las cosas que no hice bien antes de empezar, repasarme los cordones. Así que perdí, abrochándome las dos zapatillas, alrededor de un minuto.

La botellita de agua la llevaba Fernando, pero algo que tengo que practicar más, es beber corriendo deprisa. En los entrenamientos, cuando bebo suelo ir bastante despacio, o me paro. ¡Amigo! No es lo mismo que beber a toda leche y rodeado de gente. ¡No! Por lo tanto, bebía menos y bebía peor.

Y seguimos corriendo.

No hay dolor.

Tercer bloque de 5 kilómetros. Ya hemos llegado a La Garriga y damos la vuelta. Hasta ahora, todo el recorrido era subida, suave, pero continua, no era dura, pero no podías apretar mucho ya que te podías quedar sin fuerzas. Tenía que dosificarlas al máximo.

Como era un circuito de ida y vuelta todo lo que subimos, tocaba bajarlo... ¡Y UN JANO! ¿Es que, todos los corredores con los que he hablado desde que decidí hacer esta carrera, no se acuerdan del recorrido? ¡Coño! Que cuestas hay a la vuelta, no se acababan nunca y Fernando diciéndome, que ahora venían los toboganes, subidas y bajadas. ¿Toboganes...? ¡Montañas rusas! Que dureza, ya podían ponerlas al principio y no después del kilómetro 12 o 13. Pero bueno, ahí es donde se notó, la buena preparación que tenía. Los entrenamientos de calidad que hemos estado haciendo, a lo largo de este año, daban su fruto. Había sufrimiento, pero superable.

Fernando me decía: —Paso corto, más despacio —en las subidas—. Relaja piernas, relaja brazos —en las bajadas—. Lo haces muy bien, sigue así.

A todo esto, él me controlaba el tiempo y durante todo el recorrido, estuve muy cerca de poder acabarla en dos horas, pero para bajar de ellas los últimos kilómetros tenía que apretar los dientes y correr, correr. La hidratación fue escasa, por los motivos que ya he dicho de beber corriendo a buen ritmo. Fernando, me iba dando sorbos poco a poco, sin embargo, después del kilómetro 12 o 13, el agua no me entraba. Cuando él creyó oportuno, me ofreció tomarme un gel, para evitar el famoso muro. Se me hizo un nudo en el estómago, que poco me faltó para rechazar más traguitos. Tuvo la genial idea de mezclar el agua y el gel, y obtuvimos un mejunje que se digería mejor. Pero la verdad, es que, me hidraté poco. Y las consecuencias salieron más tarde.

No hay dolor.

Cuarto bloque de los últimos 6 kilómetros y 100 metros, y que 100 metros.

Cuantos más kilómetros recorríamos, más centrado estaba Fernando en mí, ya que al principio hablábamos de otras cosas y después, solo era concentración en lo que estábamos haciendo. Su mirada continua, me hacía ver en lo muy pendiente que estaba de mí.

Kilómetro 16. Empiezan mis gemelos a darme señales de quererse engarrotar. Le pido que me pase el mejunje y me aconseja tomármelo todo ya que queda poco. Me lo bebo con un asco que me sorprende, ya que tengo unas tragaderas alucinantes. No le hago ascos, ni a la comida sosa. Pero algo en mi estómago, me decía que la hidratación, me la echara por la cabeza. Y esperando que me haga efecto y no me den las rampas, sigo corriendo.

Cabeza gacha, cintura doblada, pesadez de brazos, la cosa empieza a complicarse y decido ponerme música para poder pensar en otra cosa. Pero siempre intentando no solo mantener el ritmo, si no, intentar apretar para poder bajar de las dos horas. No era mi objetivo bajar de ese tiempo, pero sí que me ayudada a mantener un esfuerzo por encima de lo normal.

Primeras sensaciones de rampas. Se lo hago saber a Fernando y entonces, los ánimos de apoyo para poder bajar de las dos horas, se convierten en vitoreos para poder acabar la carrera. —Ya no bajas de las dos horas Jordi, lo vas casi a clavar, pero ahora concéntrate en poder terminar, solo eso— O algo así me decía. Bajo el volumen de la música al mínimo, no me apetece. Solo quiero controlar que no me den rampas manteniendo el ritmo.

Entre el kilómetro 17 y 19, más bien hacia el 19, primera rampa en la pierna izquierda, en el gemelo. Los gestos de dolor en la cara se me deben de notar y en la forma de correr, porque lo veía en las caras de los espectadores. «Tranquilo Jordi ya te queda poco» Me decían. En el dorsal ponía mi nombre y al principio pensé que tenía alucinaciones, ya que no me acordaba de ese detalle. ¿Cómo podían saber mi nombre? Me preguntaba entre rampa y rampa.

Gemelo derecho, cambio el tipo de cojera. Comienzan los cuádriceps a engarrotarse. Los calambres eran insoportables. Los dedos de los pies ya hacia rato que los tenía dormidos.

Si hay dolor.

Fernando anunciándome después del kilómetro 20, la distancia restante de 200 metros en 200 metros. —No hay dolor Jordi, lo estás haciendo muy bien, sigue así.

No sé en qué momento se acercó a mí y cómo me vería, que intentó ayudarme colocándome la mano en la espalda. —No Fernando, no, déjame puedo llegar, puedo.

—Deja la Cámara Jordi, concéntrate— No paraba de hablarme, no paraba de darme apoyo, no dejaba de mirarme.

Últimos metros.

—Jordi, aquel arco no es, la meta está más para allá, sigue así, lo estás haciendo muy bien.

Mucho dolor. Rampas en todos los músculos de las piernas. La cintura engarrotada. Tenía que retorcerme, como si así, esquivara los dolores. Pero el ritmo no quería bajarlo. Con el cuerpo tan dolorido, no tenía más opción que ir con la cabeza gacha, no tenía fuerzas para levantarla.

—LEVANTA LA CABEZA JORDI, DISFRUTA DE TODO ESTO. —Me gritaba Fernando.

Entonces, levanté la mirada. Algo hizo despistarme de todo el sufrimiento por unos segundos y entendí, por qué hay tanto enamorado del correr. Cientos de personas a cada lado chillando como posesos mi nombre. Se apretujaban a las vallas, como si así quisieran llevarme en volandas hasta la meta, para que no sufriera más. Los gritos de ánimo me hicieron estirar la cintura por encima del dolor, alargar la zancada para regalarles algo de estilo y disimular el sufrimiento. Miré a Fernando por última vez, antes de pasar por meta, y vi en su cara satisfacción, mezclada con la de sufrimiento ajeno. No puedo aguantarme la emoción y rompo a llorar. Pero es imposible, me ahogo si lloro. Decido correr que queda poco.

Llegada a meta. Me pregunta un voluntario si estoy mareado y no le puedo contestar, solo le doy un golpe en la mano, espero que no se lo tomara a mal.

Se acabó, pero sigo corriendo. No puedo parar. Creo que no sé cómo hacerlo y Fernando, detrás de mí, diciéndome: —Para Jordi. Ya está, no corras más.

Pero es que no podía o no sabía cómo hacerlo. O, ¿estaba esperando su contraorden como me dio al principio…? “Correr, correr y correr”.

Y por fin, me agarro a una valla, me doblo sobre mis dolores y rampas y lloro. Lloro como en mi vida he llorado. Noto a Fernando detrás mío y a alguien preocupándose por mi salud, pero él le dice que estoy bien, solo emocionado.

Cuando consigo desengancharme de la valla, empiezo a levantarme y me abrazo a mi entrenador con las pocas fuerzas que me quedaban, pero con todas ellas. Llorando como un desconsolado, le doy las gracias. Las gracias por todo el tiempo que ha dedicado este año a mí, por todo lo que me ha enseñado para poder cumplir con mi sueño, sin que se convirtiera en una pesadilla. Gracias Fernando, te he conocido en el momento oportuno de mi vida, en el momento adecuado para poder seguirte y que me llevaras por el buen camino, en nuestro "Momento".

Lo conseguí, ya soy Finisher de una media maratón. ¿TE ENTERAS ALZHEIMER?




Vieja, ya me he recuperado, ¡y de qué manera!




A mi madre.